NADA

El conquistador, con medio rostro alfombrado por una barba abundante y semi rizada, cabalgando en su potro que estridente resoplaba mientras la armadura crujía por el hierro forjado y en las ancas el arcabus llevaba atado por si había que presumir la pólvora en el nuevo mundo, se encontró de pronto con un indígena sentado sobre sus tobillos, casi desnudo: sin barba y sin ropa y sin armadura ni pólvora.

El conquistador descendió de su caballo, remarcando su acento peninsular, traducido por la «Mali», sentándose junto al indio le mostró una pequeña roca apenas del tamaño de una nuez diciendo: aquí está lo que conoces tú y tu gente y -poniendo una roca grande del diámetro de un melón- aquí está lo que conocemos los fieles a Cristo.

Entonces el indio se levantó y con el dedo señaló el horizonte rotando el cuerpo para mostrar toda la circunferencia de la Tierra y respondió:

«Y aquí es donde el indio y el conquistador conocen nada»

Eduardo Pineda
Enero 28 2023
(De la colección: «Interpelaciones inoportunas»)


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