El troglodita tenía hambre, no estaba satisfecho y caminó por los bosques y las llanuras buscando manadas de cuadrúpedos para matarlos y comer su carne y desollarlos y vestir con sus pieles. Aprendió a criar animales para alimentarse y satisfacer su antojo de carne y aprendió también a cultivar la tierra para acumular vegetales y semillas e intercambiarlas por productos. Pachamama, su madre, lo veía correr intempestivo buscando llenarse las manos y abarrotar los graneros.
El troglodita rascó la tierra y buscó dentro de su madre Pachamama mas cosas que pudiera vender, tenía hambre, más hambre que nunca y no se saciaba, nada le era suficiente, no podía permanecer quieto, quería mas. Y encontró metales brillantes debajo de la piel de su madre y los extrajo y los limpió y los vendió y construyó ciudades y seguía buscando, salvaje, llenarse más y más la boca; le hizo la guerra a otros pueblos y los dominó para quitarles lo que su madre tenia bajo la piel.
El troglodita encontró petróleo en las arterias de Pachamama, lo succionó como un bebé lo haría con la leche de su madre, el troglodita no tenía fin, no conocía límites, y con el petróleo se enriqueció y pudo hacer más guerras, más industrias, mas gobiernos, someter a más pueblos, arrebatar lo que Pachamama había repartido con justicia y amor.
El troglodita ignoraba la voz de su madre, Pachamama lo veía con pena, sentía compasión por su hijo, por su voracidad e impiedad.
El troglodita ya había devorado todo lo que se ponía a su paso, incluso la vida de sus hermanos; había devastado los bosques que un día le dieron cobijo y alimento, llenó el mar de desperdicios, tiñó de gris los cielos, estaba asfixiando a su madre Pachamama.
Un día, el troglodita quiso buscar el corazón de su madre para venderlo, escarbó en su pecho y su vientre, le removió las entrañas, rascó, deshizo, atropelló, rompió, desgarró y, sin importarle nada llegó al corazón de Pachamama, lo arrancó y lo puso en una charola de plata y emprendió la carrera para venderlo al mejor postor, al correr con tanta prisa tropezó y el corazón rodó por el suelo y se escucho desde dentro de ese corazón maltrecho:
“Hijo ¿te lastimaste?”
EDUARDO PINEDA Febrero 10 2023 (De la colección: Interpelaciones inoportunas)
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