SAN VALENTÍN EN LOS TIEMPOS DEL DESAMOR

Celebrar el amor es maravilloso, ciertamente, pero, mientras le daba un besazo bien merecido a mi novia, cuando me la encontré al salir de mi casa, reparé que, en la acera de enfrente, una mujer se afanaba en rebuscar entre los desechos de un contenedor de la basura. Es la crisis económica… qué le vamos a hacer.

Caminando con mi chica de la mano, por la acera, hacia el restaurante donde íbamos a celebrar nuestro merecido aniversario de enamorados, nos cruzamos con mi vecino de la puerta de enfrente, don Leocadio, que venía de pasear a su fiel compañero, Tristán, una especie de pastor alemán, cruzado con otras razas de perro. Leocadio vive solo, desde que su mujer le abandonara. Pero parece que lo lleva de buen humor, porque el hombre dice que, a sus sesenta y tantos años, está en edad de merecer.

Pero, vamos, que lo de mi vecino no me sorprende. Los padres de mi novia también viven separados, como los míos. Y, mientras pienso en todo esto, se me pasa por mi cabeza aquel famoso refrán español: «Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar».

Doblamos la esquina, y pasamos junto a un grupo de mujeres muy descocadas todas ellas, con la mirada algo descarada, mirando al infinito. Madre mía, son las «prostis» de mi barrio, que se preparan para hacer hoy su agosto. Supongo que en el día de San Valentín, facturarán mucho más que un día normal, o que cualquier fin de semana, porque celebramos el amor… ya sé que ellas no son el amor de nadie, pero, al menos, pueden servir de engaño, y para dar rienda suelta a la imaginación.

Sentado en el restaurante, me acuerdo mucho de todos esos indigentes que pueblan las calles de mi ciudad, solos, paseando su miseria por las calles. También me vienen a la mente las personas que viven solas, y con serias limitaciones por la edad, algunas de las cuales, incluso, llegan a morirse sin la compañía de nadie, cuando el hedor de sus cadáveres alerta a los vecinos de su triste final. Recuerdo a los que están en la Cárcel, muchos de ellos pobres diablos, faltos de amor y de comprensión, por mucho daño que hayan hecho a la sociedad. Si lo miramos bien, en el fondo de esas vidas encarceladas, encontramos a víctimas de una sociedad egoísta, en muchos sentidos configurada para los triunfadores.

Bueno, me despido de usted, amable lector. Pero, antes, he de confesar que la mujer que amo, esa chica que me acompañaba por las calles de mi ciudad, no existe. Solo ha sido un recurso literario para exponer este artículo. Yo también estoy solo… pero tengo la fortuna de ser poeta, y los poetas tenemos a nuestras musas, mujeres ideales con las que soñamos, para ser capaces de continuar viviendo, a pesar de la soledad.

FRAN AUDIJE

Madrid, España, 14 de febrero del 2023


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