Había una vez un grupo de compañeros de trabajo que estaban muy cerca de convertirse en amigos y enemigos, respectivamente, según el subgrupo que se decida tomar; ellos trabajaban con energía, ímpetu, maña y desidia, respectivamente, según el subgrupo que se decida tomar, en proyectos que derivaban irremediablemente en ganancias para la compañía, posicionamiento de la marca, mermas y pérdidas, respectivamente, según el subgrupo que se decida tomar.

Muy temprano, llegaban a sus escritorios, almacenes y áreas, respectivamente, según el subgrupo que se decida tomar, trabajaban y se enviaban correos electrónicos, mensajes de texto y WhatsApp, actualizaban las redes sociales de la empresa, revisaban la tienda en línea, las cotizaciones virtuales de los proveedores, planeaban rutas de reparto vía GPS, hacían transferencias bancarias electrónicas, monitoreaban por radio a los contratistas y se entretenían en Facebook desde sus computadoras y realizaban el aseo de todas las áreas, respectivamente, según el subgrupo que se decida tomar.

La empresa funcionaba, al menos para los fines personales de cada cual, se movía como un engranaje de reloj suizo, eran más de quince años funcionando sin inconvenientes hasta que un bendito día les cortaron la luz porque el gobierno haría reparaciones.

Ese día no pudieron trabajar: no había WhatsApp, ni Facebook, ni correos electrónicos, ni GPS, ni cotizaciones virtuales, ni transferencias bancarias electrónicas, ni tienda en línea… Sólo había áreas que limpiar, respectivamente, según el subgrupo que se decida tomar.

EDUARDO PINEDA
Febrero 17 2023
(De la colección: “Interpelaciones inoportunas”)