Una de las palabras que se utilizan con más frecuencia en los ámbitos críticos sociales, es la de «protección». Cuando en uno de estos ámbitos sociales de importancia vital en las personas, como el trabajo, las comunicaciones cibernéticas, y el conglomerado de relaciones sociales de diverso tipo, especialmente aquellas de tipo mercantil, se hace necesaria una protección, para poder ejercerlas con seguridad, y no ver arruinada tu vida, o en serias dificultades, estaríamos en condiciones de hablar de un deterioro social significativo, que viene a equivaler a hablar de una corrupción social.
Este hecho no es nuevo, ni mucho menos, sino que acompaña a la humanidad desde tiempos inmemoriales. La Santa Biblia, ya denuncia este hecho del deterioro social, en pasajes, por ejemplo, como el de las ciudades de Sodoma y Gomorra, claros antros de corrupción depravada, donde la gente justa y buena, era atacada y denigrada, viéndose en la necesidad de escapar de sus viviendas, para protegerse de ser destruidas, lo cual habla de manera elocuente del extremo nivel de deterioro existente, porque, una cosa es protegerte para poderte defender, y otra, verte obligado a huir, como única manera de supervivencia.
En el primer caso, en el que es posible una defensa, sería factible debido a que la Justicia o Poder Judicial, cuenta con entidad suficiente para tomar decisiones autónomas, ceñidas al Derecho, y estancas a cualquier otro tipo de interés ajeno al Derecho. En el segundo caso, el poder de la Justicia se encontraría viciado, hasta el punto de ser capaz de volverse contra las víctimas, ejerciendo una Justicia injusta, para que nos entendamos, es decir, una Justicia que se vuelve en contra de los justos, mediatizada por intereses ajenos a sus funciones legítimas.
El poeta español del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, cuenta con una frase muy ilustrativa sobre lo que estamos hablando: «Cuando no existe justicia, es peligroso llevar razón». Quevedo, un hombre de las letras más geniales, que hacía uso de la poesía para defenderse y denunciar a sus enemigos, fue desterrado y encarcelado, debemos añadir, en una época decadente, de claro deterioro social.
El hombre es un animal, en una parte considerable de su ser, y, como tal, posee la capacidad de volverse agresivo, no solo hacia otras especies de animales, sino hacia el entorno natural en el que vive, y, en una característica muy peculiar propia, es capaz de atacar agresivamente a los de su misma especie, particularmente cuando se produce el deterioro social del que hablamos, consistente en una degradación considerable de las costumbres y los hábitos cívicos, que llega a afectar a los juicios más razonables y cuerdos, negativamente, hasta límites de desprotección de la dignidad humana.
FRAN AUDIJE
Madrid,España 23 de febrero del 2023
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