HERNÁN CORTÉS Y CARLOS I

Existe un resentimiento generalizado en América, hacia la presencia española en aquellas hermosas y ricas tierras, la cual comenzó por una guerra, que suele nombrarse como la Conquista de América. Guerra en la que los españoles, se vieron involucrados ante la resistencia indígena, que opuso normalmente una feroz beligerancia al dominio del que pretendían ser objeto. Todo esto entra dentro la lógica, tanto por la parte invasora española, como por la parte de los pobladores americanos, que declaraban fervientemente sus ánimos de independencia, y de rechazo al poder español.

Por tanto, como en toda guerra de carácter bélico, hemos de aceptar también la lógica de la crueldad y de los hechos sanguinarios, que todo choque de fuerzas sobre los campos de batalla desencadena irremediablemente. En el caso de la Conquista de América, no solo eran enfrentamientos de fuerzas militares en batallas aisladas, sino que los españoles se proponían someter a aquellos pueblos de América, y hacerlos vasallos del Rey de España, con la intención de explotar al rico Continente descubierto, de manera que aquellas riquezas sirvieran a España para hacerse con el cetro de la primera potencia mundial, que dictaría los designios del mundo con determinante influencia, durante un siglo y medio aproximadamente.

Se ha criticado ampliamente la ferocidad sanguinaria con la que Hernán Cortés intervino en la Conquista del Imperio Azteca, el más poderoso de toda América cuando Cortés inició su campaña en 1521, particularmente en la toma de Tenochticlan, pero también en otras batallas, no en vano, la invasión de Cortés no terminó su dominio, hasta 3 años después. Posteriormente, como Gobernador de la Nueva España, Hernán Cortés aplicó una severa política represora sobre los pueblos indígenas conquistados, en la que no tuvo mayores escrúpulos a la hora de ajusticiar y de esclavizar, así como de coaccionar a la conversión cristiana, a todo aquel pueblo pagano, venerador de una cultura muy distinta a la española, y que los conquistadores no entendían, calificándola de satánica o demoníaca.

La figura de Hernán Cortés, sin duda, es una de las más señaladas entre los conquistadores españoles, ya que posee un marcado carácter de César. Hernán Cortés inició su campaña de Conquista en contra de las órdenes del Gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, que había dado instrucciones muy distintas a Cortés. En principio Cortés fue enviado a socorrer a otros expedicionarios enviados por el mismo Velázquez, y fue Cortés el que se tomó la licencia de iniciar la ocupación del territorio, para lo cual se tuvo que enfrentar militarmente a los Aztecas, realizando una habilidosa política de alianzas con otras tribus presentes en el Yucatán, en las que aprovechó la enemistad con los Aztecas. Cortés se vio obligado al enfrentamiento con el Gobernador Velázquez, que envió a un destacamento militar español, al mando de Pánfilo de Narváez, para apresarle por desobediencia. Ni de tal manera consiguió la autoridad del Gobernador español, aplacar el ímpetu de Cortés, que, venciendo a Pánfilo de Narváez, prosiguió su campaña victoriosa.

El Rey de España, Carlos I, siempre al tanto de lo que ocurría en aquella tesitura mexicana, al ser informado continuamente por carta a través del propio Hernán Cortés, inmediatamente se creó un retrato muy fiel del aquel hombre díscolo y con excesiva iniciativa propia, adivinando en su vasallo militar, casi a su alter ego. De tal manera, Carlos I, muy habilidosamente, trató con deferencia al hombre que estaba anexando al Imperio español, algunos de los territorios más vastos y complicados de dominar, al tiempo que procuraba controlar la vocación tan marcada de liderazgo en Cortés, para lo cual frenó las dádivas reales, y ciertos entorchados, en teoría merecidos a todas luces, pero que no eran aconsejables, pues se pudieran convertir en alas para adquirir un poder poco aconsejable en un vasallo con tal carácter.

Por otro lado, hemos de señalar las divergencias que existían entre el Rey Carlos I, y Hernán Cortés, en cuanto al trato que debían recibir los pueblos conquistados. Mientras el Rey deseaba que los indígenas americanos, fueran considerados en su dignidad, igual que el resto de sus vasallos en Europa, Cortés, quizás por su visión más práctica de campo, no era proclive a dichas recomendaciones dadas por el Rey, y sí a aplicar la dureza que, según él, requerían las circunstancias.

En conclusión, Hernán Cortés requirió, desde la propia España, ser reducido en sus manifiestas inclinaciones suplantadoras de la autoridad gubernativa y monárquica, ante la cual se tomó licencias denegadas, y adoptó iniciativas que generaron inquietud en sus superiores, por una clara actitud de César, como hemos señalado, muy contraindicada en un Imperio con precisa escala de soberanía y mando.

FRAN AUDIJE

Bibliografía consultada:
-Hernán Cortés y su relación epistolar con Carlos V: el fiel vasallo «al servicio de su Majestad» (Guadalupe Gómez-Aguado de Alba, UNAM México, 2021)
-Wikipedia e Internet

Madrid, España, 2 de abril del 2023


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