No cabe duda de que la vida se desarrolla en un espacio de tiempo, por tanto podríamos admitir que la vida es tiempo. Un tiempo que vamos llenando de actividades, y un tiempo que nos permite ser, y hacer conforme a lo que somos. Todo, claro, en un supuesto idealizado, en el que la vida fuera según el devenir normal y natural de las cosas.
Sin embargo, este devenir normal y natural de los acontecimientos, se puede ver truncado por diversos accidentes que nos ocurran en la vida, y, de hecho, es bastante frecuente que ocurran estos accidentes, ya sean variados, o uno solo de tal magnitud, que condicione ya el resto de nuestra vida.
Dichos acontecimientos contradictorios con el plan vital planteado, o por el plan que nos sería de mayor deseo y utilidad, a menudo consiguen que nuestra vida deje de satisfacernos, porque los sueños y aspiraciones con las que vivíamos, de pronto, se vuelven muy cuesta arriba, o se imposibilitan, debido a acciones fortuitas e inesperadas, que nos condicionan terriblemente, o debido a la intervención de agentes humanos externos a nosotros, que logran hacernos daño, y, en ocasiones, daños bastante profundos, que llegan a significar un antes y un después en el tiempo de vida con el que contamos.
No obstante, como se suele decir, no hay mal que por bien no venga, porque toda realidad posee la doble cara del infortunio, y la de lo afortunado. Cuando se nos cierra una puerta, siempre queda abierta otra, y ahí debe surgir nuestra habilidad para conseguir sacar provecho de aquellas puertas que permanecen abiertas, o que se abren gracias al cierre de la otra u otras.
También suele decirse que nunca es tarde para vivir la vida, o para iniciar experiencias que no pudimos vivir en su momento. Ante esta aseguración esperanzadora, yo debo ser escéptico, porque aquello que no se vive en el momento adecuado, podría editarse, efectivamente, en otro momento no tan adecuado, y, hasta cierto punto, vivir la experiencia de manera similar o parecida a como la viven los que se encuentran en el momento naturalmente óptimo para hacerlo. Pero no se vive lo mismo la vida a los 20 años, que a los 50, o a los 70. Como tampoco vive lo mismo la vida un enfermo, que una persona en plenitud de vigor y salud.
FRAN AUDIJE
Madrid,España,6 de abril del 2023
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