Hoy es un día en el que los cristianos estamos alegres, porque Jesús, el Dios verdadero para nosotros, ha vuelto a la vida, después de haber sido torturado, y sometido a una muerte injustamente cruel y dolorosa.
Jesucristo vino a decirnos a los hombres, que la muerte no es el final, que la injusticia no triunfaría, que esta vida no es un valle de lágrimas sin sentido, porque el bien y el amor triunfarán sobre la muerte y sobre la nada del mal.
Jesucristo, Nuestro Señor, no es una estatua artística, ni un hombre clavado en una cruz, no es un amuleto de la suerte; tampoco es un líder trasnochado, en el que solo creen las mujeres mayores; ni mucho menos es algo del pasado, una enfermedad que estamos superando.
Jesucristo, a pesar de los hombres, es la mayor esperanza que hay en este mundo, porque no vino a condenar a nadie, sino a salvarnos a todos, desde el respeto por nuestra libertad y por nuestra dignidad humana, tanto de hombres como de mujeres.
Jesucristo no ha resucitado, para hacerle la «pascua» a nadie. Que nadie venga en nombre del Señor, con un látigo ni con un yugo, para someter a nadie, porque Cristo es esperanza de liberación de las cadenas inhumanas; aquellas cadenas que producen daños y penas de desamor y de egoísmos, las cadenas de la incomprensión y de la intolerancia, las cadenas que ponemos cobardemente a los más débiles, las cadenas que asfixian a los hombres por gritar: «¡Pan y Libertad!». Cadenas que no perdonamos a los parias de este mundo, y que el Señor ha venido a desatar con su resurrección.
«No digáis: «¡Señor, señor!», si me amáis de verdad, liberad al oprimido, y dad de comer al hambriento». Esta es la resurrección que quiere Nuestro Señor Jesucristo: la de la vuelta del amor de los unos para con los otros, la del perdón de lo imperdonable, la de la mano amiga que se tiende para apoyarte, la del «Samaritano» que te saca de los abismos del dolor y de la miseria, la del que vela por tu bien, la del que se niega a sacar provecho de tu indigencia.
Jesucristo no ha resucitado en vano, ni para que podamos disfrutar de unas vacaciones folclóricas. Jesucristo ha resucitado, para que te acerques a tu enemigo, y le des un abrazo; para que hagas saltar los cepos que oprimen y que vejan; para que mires a los pobres y a los que sufren, con más humildad, y compartas con ellos tu suerte.
Y Jesucristo, hoy, mientras se levanta y sale del sepulcro, te está mirando a ti, personalmente, y te está diciendo: «Ven y sígueme, Yo soy la vida».
Ojalá que Jesús resucite siempre en nuestros corazones, para que nos convirtamos en «buenas personas», y dejemos la mala fe de hacer daño a los demás, y de tratar a los débiles como basura.
FRAN AUDIJE
Madrid,España, 8 de abril del 2023
Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
