LAS CONSECUENCIAS DE LAS HUMILLACIONES

Hay gente que va por la vida sembrando cadáveres, haciendo toda clase de maldades. Gente que es dañina por naturaleza, y que no repara en las consecuencias de su comportamiento. Generalmente, estamos hablando de personas con poder, que creen que el poder lo pueden utilizar para lo que se les antoje, porque carecen de principios, la ética es para ellos como un juguetito, al que atienden si creen que les conviene, y si no, pues pasan de todo, y establecen sus propias reglas, las reglas del, yo paso por encima de quien me parezca, y me trae todo sin cuidado.

Pero la vida es tiempo y circunstancia, y siempre llega aquel momento en que la Rueda de la Fortuna, gira, de manera que las cosas se ponen de tal forma, que al que fue un canalla, le va a interesar algo que depende de su víctima, algo que solo la víctima posee. ¿Y cómo arreglamos esto ahora?.

Los agravios y las humillaciones del pasado, hay personas capaces de perdonarlos y de olvidarlos, y de tomar la mano de su antiguo opresor, normalmente porque existen por medio otro tipo de factores que los unen, factores de hermandad o de nacionalidad, que mueven a las buenas personas a la paz y la reconciliación. Pero es muy distinto que, aquello que fue destruido por la fuerza de la pasada brutalidad, pueda volver a recomponerse, como si no hubiera ocurrido nada. Es posible hacer borrón y cuenta nueva, pero sobre las ruinas, no queda otra resolución que aprender de los errores, y asumir las consecuencias de lo que hicimos mal, con frecuencia llenos de mala fe, y a sabiendas del mal que estábamos perpetrando.

El Titanic yace a miles de metros bajo el mar, y, después de un siglo de su hundimiento, precisamente debido a un exceso de soberbia humana, que motivó la negligencia del error que lo llevó a estrellarse contra un iceberg, la técnica progresó de tal forma, que ahora sería posible reflotarlo. Se llevaron a efecto diversos proyectos, para sacar a flote al Titanic, reconvirtiéndolo en una atracción museística de primer orden. Sin embargo, una vez se pasó la fiebre de la posibilidad técnica de traer a la superficie a un barco histórico, que yace en su oscura y profunda tumba océana, los responsables recapacitaron, y llegaron a la lógica conclusión de que no merecía la pena dicha gesta faraónica, ni desde un punto de vista moral, ni desde el punto de vista económico.

Lo importante, no obstante, es que logremos aprender de los errores y de la inutilidad de la maldad. Que hacer daño a los demás, sale caro a largo plazo, porque el tiempo y las circunstancias, son más poderosas y audaces, que cualquier poder o audacia humana. Hacernos daño a nosotros mismos, perjudicando al inocente, es una estupidez, que, en bastantes ocasiones, la pagan terceras personas sin culpa alguna. Siempre será posible la reconciliación, pero sin ambicionar ingenuamente, que todo va a ser como antes, cuando hemos dejado a nuestro paso la muerte y la destrucción por doquier.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,19 de abril del 2023


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