Leticia López Pérez
Ciudad de México 18 de mayo del 2023
Habíamos tenido conversaciones telefónicas previas. Su hermano había sido el motivo de nuestra amistad en facebook, y teníamos buenas conversaciones, hasta que quedamos de vernos en un Vips. Hacía frío, yo estaba recién divorciada, y había dejado a mi hijo en la escuela cuando emprendí el viaje hacia esa cita.
Sus manos temblaban, fue lo primero que noté. En ese tiempo, ambos estábamos desempleados, y nuestras familias nos apoyaban, pero cuando uno está en el cuarto piso (ahí estábamos), no es disfrutable esa situación, aunque siempre se agradece.
Me habló de sus historias periodísticas, de su estancia en otros países, y cómo comparte el sueño de la Patria Grande de Bolívar. Y en todo esto, lo que no se borra de mi mente de ese día, ni de los días siguientes, de los años siguientes, es su mirada. Es como si hubiera firmado un pacto mucho antes de esta vida, donde sabría que se quedaría para siempre, en el rol que fuera, eso era lo de menos.
Así tuvimos distintos sueños que no podían cuajar, nacer, concretarse, excepto un libro, que se convirtió un hilo de luz abriendo lentamente una pequeña puerta de oportunidad para él, que así se fue a Michoacán a trabajar, y desde entonces la cercanía se convirtió en más espiritual y emocional que física, porque allá se ha quedado.
En esa parte del viaje, algo de lo soñado se convirtió en realidad, y pudo nacer, pero con otro nombre: Unidad Parlamentaria. Y ahí empezó la convocatoria sin palabras, a los que hemos ido aterrizando con nuestras propios paracaídas de letras, dejando ver nuestros corazones en la manera con la cual estructuramos las ideas. Y nos hicimos amigos todos.
Creo que nuestro encuentro fue más exitoso que cualquier relación de pareja que hayamos tenido, porque no tenemos esa expectativa en el ambiente. Solo compartimos. Y así, en Unidad Parlamentaria, me invitó a caminar cerquita, a seguir compartiendo sueños, y sin hacerlo verbal, la verdad, es que nos cuidamos y nos sostenemos hasta en los momentos más rudos, como cuando me dio Covid, o cuando enfermó de dengue hemorrágico.
Eso es el mejor amigo, y no otra cosa. Nunca pretensiones, y sí mucha empatía, mucha charla profunda, mucho respeto. Y también nos hemos sostenido emocionalmente, cuando uno de los dos flaquea, el otro contiene incondicionalmente, aún si es la una de la madrugada.
Y la verdad es que no sé si Unidad Parlamentaria es hija de uno, o de todos los que ahí estamos avanzando con el proyecto. Y llevamos ya tres años con la revista (de amigos, mucho más), digamos que la revista se encuentra totalmente instalada en los terribles tres, como los niños de esa edad, manifestando sus deseos de conocer y experimentar, de hacerse más grande, y ahí cada quien se ha convertido a su vez, en centro de recepción de otras personas que desean publicar, y por ahí cooperamos.
Tenemos el sueño de financiar el proyecto para poder reconocer a quienes colaboran con nosotros. Ojalá que esa sea una nueva etapa de nuestro proyecto. Mientras tanto, hemos puesto bien receptivas las antenas, los oídos y los ojos, para encontrar ese merecido apoyo, porque quien la mantiene viva por encima de todas las cosas, es el hombre del cual hablo.
Gracias Héctor.
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