ELEDUBINA BECERRIL RODRIGUEZ

Justo donde se intersectan ocho caminos, una cosa tan rara, está emplazado el Espinal Gigante, donde nació Eileen.
No había nada más que mirar alrededor, solo nopales, magueyes, árboles de tejocote y múltiples cardos de los cuales procede su nombre.
Espinal Gigante, un sitio que aún no se encuentra disponible en los mapas.
Eileen, jugaba con todo tipo de maderitas y espinitas haciendo las veces de esculturas, hasta que un día miró como se acercaba un automotor en forma de camioneta de redilas.
Un hombre muy maduro bajó la ventanilla y le preguntó cuál de los ocho caminos lo podía sacar de ese sitio.
Eileen que ignoraba todo eso, ni siquiera le contestó.
El conductor de la redila, le dijo que si lo acompañaba más allá de ese sitio.
Al no obtener respuesta, simplemente la tomó de la mano y la subió al automotor.
Un tiempo después, Eileen encontró sus esculturas traídas desde el Espinal Gigante, en su rincón debajo del puente donde dormía de vez en cuando.
Tenía que caminar muchos kilómetros sobre la ciudad para encontrar el refugio de indigentes donde le servían un plato de comida.
En Espinal Gigante la estuvieron buscando sin éxito.
Ella no sabía como regresar.
Un día de Agosto del año 2001, un turista la miró sentada en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México, exhibiendo sus esculturas de espinas, se las compró todas.
Eileen lo miró largamente y cuando ya iba a tomar el metro se detuvo.
Le dijo :
Espinal Gigante.
El turista le ofreció su ayuda y durante muchos días estuvo visitándola y llevándole comida y otras cosas mientras ella realizaba más esculturas.
Ya se les había hecho costumbre hasta que a principio de Septiembre ella no llegó más.
Debajo del puente de Metro Viaducto, Eileen seguía trabajando en su gran obra, una escultura monumental en la que destacaba el número ocho.
En honor a Espinal Gigante.
El grupo de indigentes nunca tocaba lo que ella hacía, antes bien la protegían.