SM Rico
Imagen de portada Warner Bros/Discovery
Tiempo de lectura 9 minutos
Como lo mencionáramos en un artículo anterior, esta película dirigida por Greta Gerwig, llegó a los cines la semana pasada y fue un gran éxito en taquilla, pero más por el marketing que por la cinta en sí. El mensaje de los carteles y las redes, pintan una divertida aventura, pero la realidad es más complicada.
La promoción de esta película sostenida sobre la marca Barbie, pintó de rosa cada rincón de las salas de cine, y muy al estilo de las películas de superhéroes, logró algo similar a la muñeca en sus inicios: crear una ola de consumo como la que tienen los juguetes para niños.
Y es que este evento cinematográfico se convierte en un acto de consumo parecido al que se observara con la marca Marvel, (ahora en decadencia), y la persona que está detrás de este gran éxito es Richard Dickson el presidente de Mattel, responsable directo desde hace una década, de revivir las marcas más emblemáticas de la empresa, como son: Barbie y Fisher Price.
Como dato extra, el verdadero protagonista detrás de este éxito comercial, ahora tomará la posición de CEO del Grupo Gapha (GAP, Old Navy, Banana Republic y Athleta).

En cuanto a la película, los primeros dos minutos de esta cinta son un ejemplo de pretensión exagerada; la intención de hacer un “homenaje/referencia” a Kubrick parece ser utilizado para sostener la premisa de “iluminación” a que se refiere una de sus tesis más que otra cosa, y solo parece que la directora y guionista busca quedar bien por todos lados.
La escena en cuestión más allá de la forma, que en resumen es enaltecer a la muñeca Barbie como el motivo del despertar y la liberación con respecto a las expectativas de juego y de futuro para las niñas de la época, manda un mensaje de fondo, que involucra una relación del objeto con el sentido simbólico del mismo, y que ha sido criticado por algunos como grotesco, pues muestra a unas niñas estallando las cabezas de sus muñecas bebés, antes adoradas, contra otras y contra el piso, para alcanzar el clímax del momento al lanzar a un bebé de plástico al aire, mismo que alcanza la evolución, una correcta y liberadora, transformándose en el logo de Barbie, uno que fue parte de la marca de 1975 a 1991.
Esto nos lleva al público objetivo, la película no es para niños, pero el marketing asociado a la misma sí.
La cinta ha sido criticada y no sin razón por las constantes incongruencias de la trama y del marketing utilizado en la misma, pues muchos no se percataron de que la campaña se centró en la marca Barbie; la película, su trama y demás quedaron de lado.
Todo inicia en un mundo perfecto; la casa de los sueños de Barbie, todo está bien y es correcto, la diversidad, la representación y el matriarcado gobiernan una tierra de fantasía.
El inicio de la cinta nos presenta los personajes en su mundo perfecto, todos en su lugar según sus propias reglas, la inclusión y la diversidad son exageradas, todas se llaman Barbie y lo que queda enfáticamente como un accesorio a un lado son los Ken. Hombres realizando actividades que complementan el paisaje más que a las protagonistas.
Pero es un vistazo a “la realidad” lo que mueve a Barbie a caer en conflicto, rasgos más humanos aparecen, pero no se notan tanto porque no existe una diferencia entre los personajes humanos y los juguetes de plástico, esta cinta parece una obra de teatro, no existe algo mas allá de algunas muecas, que den a entender que son solo juguetes.
La trama continúa con Barbie consultando al clásico personaje marginado y excluido (la Barbie rarita), aquella que sabe todo (pues porque sí, porque el ser marginado te da una perspectiva más allá de lo evidente), y que le da las indicaciones sobre como resolver su problema, que en este punto es: pensar en la muerte, tener celulitis (en el plástico) y pie plano. La solución es ir con la niña que la está usando en la realidad y hacer que vuelva a sonreír.
Barbie emprende su viaje a la realidad con Ken, que se suma a la aventura a la fuerza, él quiere ser parte de “su vida” y sus aventuras, pero para Barbie: “solo me estorbarás” es la respuesta a su presencia y así, de un modo bastante fácil, solo toma su auto y se va de un mundo mágico que nunca explican como existe o como funciona, y aparece así nada más, en una playa patinando entre un grupo muy diverso de jóvenes.
De aquí en adelante solo tendremos un constante bombardeo de frases relacionadas con el feminismo norteamericano mediático, presentando a Barbie como una asustada víctima de un mundo en que los hombres la dominan, se burlan de su ropa (en la escena hombres y mujeres lo hacen), la miran, la adulan morbosamente y además, unas niñas la consideran fascista sin dar mayor explicación del por qué de sus argumentos.
Ken de nuevo es echo a un lado, y en su aburrimiento descubre “al patriarcado”, un modelo que le asegura que será tomado en cuenta y que será importante para la persona que más ama y que siempre lo desprecia. De modo que decide regresar a Barbieland y conquistarlo con sus “nuevas ideas”, algo que no le cuesta ningún trabajo, porque para defenderte de «ideas patriarcales» debes de contar con una «base teórica de feminismo occidental», de lo contrario quedas pasmada o hipnotizada por los hombres y te conviertes en una esclava (¿por qué? Pues porque sí).
De nuevo, en un sinsentido, un agente de policía informa a Mattel sobre de que uno de sus productos encarnado anda por las calles, pero: ¿cómo sabe eso?, ¿cómo sabría que es precisamente la muñeca Barbie? ¿Quién es ese policía? Nunca lo explican.
La llamada del «policía accesorio» para la trama, alerta al presidente de la compañía y este decide que es de vida o muerte encerrarla en una caja para que no ocurra… algo que nunca tampoco explican.
A estas alturas ya tenemos dos retos a resolver: los pensamientos de muerte, la celulitis y el pie plano, y además, el presidente de la compañía que la persigue; pero resulta que el ejecutivo tiene prácticamente el mismo objetivo que Barbie: el quiere que regrese a su mundo y que todo sea como antes, ella también quiere eso, sin embargo, a los que escribieron el guion no se les ocurrió que la ayudara en lugar de perseguirla (y si, así es, cuando por fin la alcanza, no pasa nada).
Y resulta que ahora regresamos al conflicto principal, buscar a la niña que está triste; la que casualmente resulta ser la asistente del presidente de Mattel (que casualmente escuchó todo detrás de la puerta), y madre de una adolescente, que casualmente otra vez, es la misma que minutos antes le dijera fascista y culpable del retraso de la lucha feminista. Este personaje es odioso (más allá de su objetivo), y no se puede empatizar con ella pues no tiene más de unos pocos minutos de diálogo, no tiene motivaciones que importen y después solo es una acompañante.
La solución de todo el enredo es que Barbie lleve a la señora y a su hija a Barbieland. (¿por qué? Pues porque sí), sin embargo, ahí se encuentran a un Ken que conquistó el mundo de Barbie convirtiéndolo en Kendom, y ha sometido a todas sus muñecas convirtiéndolas en porristas y meseras. Esta es la única parte de la cinta que parece divertida, pues nos recuerda a una sitcom de Disney y por lo mismo la actuación de Ryan Gosling es fluida y se ve muy cómodo. Es como ver a unos niños saliéndose con la suya y tomando la habitación de las chicas, para convertirla en un mundo de cosas rudas y clichés relacionados con los hombres del ambiente mediático, para luego ser derrotados de manera ridícula y graciosa.
Pero en este caso no, de aquí en adelante se cae toda la cinta, pues se convierte en un panfleto descarado literal y simplón de feminismo mediatizado que incluye clichés al por mayor y que concluye con el mejor ejemplo que se le puede dar a las niñas que vayan a ver esa película: “¿quieres el poder? Enamora a un hombre, dale la razón, preséntate como una víctima, dale lo que quiere e ilusiónalo, deja que te cante canciones en la playa y después… vete con el vecino (en su cara), para que mientras ellos pelean tú te quedes con todo”.
Al final los retos que se planteaban al principio se quedan ahí, no se resuelven, más bien aparecen otros de la nada y se resuelven a medias para dar mensajes ideológicos sostenidos sobre la premisa común de que: “yo sé lo que sientes, se lo que has vivido, yo te represento”. Para posteriormente de una búsqueda de la iluminación de nuestra protagonista, pasamos ahora a que desea ser una niña de verdad, (ya es iluminada ahora quiere enseñar), pero eso sí, sin Ken.
Él es un accesorio, se lo recuerdan una y otra vez, Ken ahora un “hombre deconstruido” (se denomina así mientras llora), debe de buscar su propio destino, y los demás Ken, un puesto de bajo nivel en Barbieland; pues ahí los puestos de trabajo se designan según el género, aunque a decir verdad los muñecos no tienen.
El final de esta cinta es la representación de la palabra anticlimático y deja la sensación, según versiones de “Barbies” no adoctrinadas y “Kens” decepcionados, de que falta algo, de que pudo ser mejor o de que de plano no lo entendieron. Una visita al ginecólogo (Fin.), no parece el gran remate para el «viaje de la heroína», pero en cierto modo tiene sentido en una historia tan incongruente y que tiene su propia agenda.
Es necesario recordar que esta cinta es «cine de propaganda»; lo que importa es el mensaje que envía y no la historia que cuenta: no hay final feliz, no hay beso antes de pasar a los créditos, no hay amor, no hay equilibrio entre todos y definitivamente no hay una pareja feliz viviendo en una casa más grande con Blissa o Taffy.

En la realidad, (no una de plástico), será más divertido para las niñas: disfrazarse, vestirse de rosa y tomarse la foto dentro de la caja de juguete afuera de la sala, antes que la supuesta experiencia cinematográfica que promete esta película.
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