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Fue Eladio un compañero de Pensión, del cual me separaba la pared de la habitación, y poco más.
Cuando despertaba en mitad de la madrugada, entre los sobresaltos de mis pesadillas, oía los ronquidos de Eladio. Por un momento me quedaba ensimismado, con aquel rugir nocturno, que salía de la garganta de un hombre bueno, y me volvía a quedar dormido, porque los ronquidos de Eladio eran como las olas del mar rompiendo contra los acantilados.
Por las mañanas siempre me lo encontraba en el pasillo. Solíamos coincidir, por las casualidades del destino, en el camino hacia la ducha. Y la eterna conversación que manteníamos, era la siguiente:
-¿Te duchas tú primero, Fran?
-Como quieras, Eladio, me da igual…
-Es que hoy tengo una cita muy importante, y he de mantener mis genitales limpios, jaja…
Eladio se me adelantaba en todo, no era de los que cedían, pero, al menos, lo hacía con la simpatía de una broma y de una sonrisa.
Caminaba, Eladio, firme y con paso apretado. La barriga en la vanguardia, y el culo en la retaguardia, pero siempre la cabeza bien alta. Se me parecía a un soldado legionario, con la diferencia de que Eladio se llevaba el mundo por delante, con la violencia de las palabras amables y del buen humor.
Una noche lluviosa y desapacible de Enero, cuando llegaba al cuartito de la Pensión, me extrañaron las voces alteradas y altisonantes de Eladio, desde la relativa intimidad de su cuarto. Eladio estaba enfadado, y se desahogaba con un amigo por teléfono. Entre otras frases amargas y resentidas, le escuché decir: «No hay nada como ser un hijo de puta, pero creer que eres de puta madre».
Esa noche Eladio no emitió ni un solo ronquido. Descubrí, por primera vez, que su cama tenía unos muelles muy viejos, que no pararon de gimotear, entre la oscuridad fría y lluviosa de Enero.
A la mañana siguiente, me encontré, como cada mañana, a Eladio por casualidad en el pasillo. Pasó por delante de mí, con su pesada maleta en una mano, la cabeza bien alta, y en la otra mano un paraguas negro de caballero.
-¿No te duchas hoy, Eladio?
-¡Qué va! -me espetó con su clásica sonrisa- ¡Que se vayan todos a tomar por culo!.
Fue la última vez que le vi. Debió volver a los valles de Meigas de su tierra. Lo cierto es que no he vuelto a pegar ojo, desde que me faltan sus ronquidos con sonido a mar, en las madrugadas sobresaltadas de mi vida.
FRAN AUDIJE
Valencia, España,17 de agosto del 2023
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