EL ESTADO INTEGRADOR

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La verdad sea dicha, uno se alegra cuando ve que los homosexuales empiezan a llevar una vida más integrada en la sociedad, y el estigma del que adolecían, ellos, y todos los marginados por llevar gustos sexuales minoritarios y diferenciados de lo general, comienza a aflojarse, a no pesarles tanto.

Uno se alegra sobremanera, cuando nota que la mujer y el hombre, se van equiparando en derechos y obligaciones, que la mujer accede al mercado del trabajo, y es respetada como profesional, llegando a ser tan competente y valorada, como sus compañeros. Se alegra uno, cuando nota que se trata de facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar, y cuando se comprueba que los varones colaboran en las tareas domésticas y familiares, al mismo nivel de las mujeres.

Debemos reconocer que, en estos dos sentidos presentados, se ha realizado una muy buena labor política, durante los años que llevamos de democracia en España, y aplaudo personalmente el esfuerzo realizado.

No obstante, en España, sigue habiendo ciudadanos de pleno derecho, que, a pesar de su competencia, honradez y buena fe, son marginados y desintegrados de la sociedad, y de sus aspiraciones personales, por mucho que se esforzaron, sin justificación ni racionalidad de ninguna clase. Cayeron en desgracia, por la perfecta estupidez de no encajar anímicamente con los poderosos, porque no eran «amigos» o «amiguetes», y por no morderse la lengua, a la hora de decir las verdades, y de desenmascarar la hipocresía.

Sin embargo, una democracia de la Unión Europea, nunca debería permitirse este tipo de maneje gubernamental, en el que, por mero capricho, se favorece a unos, y se perjudica a otros, mediante un agravio comparativo humillante, que no es otra cosa que corrupción, y que no es otra cosa que una actuación tiránica y opresora.

La tiranía y la opresión, en cuyo despliegue hay que violar derechos fundamentales, no casa nada bien con la democracia y con el Estado de Derecho, asemejándose una barbaridad, a la dictadura del absolutismo monárquico, y a la anacrónica institución del Feudalismo medieval.

Tampoco es de recibo, tomarse la justicia por la propia mano de uno, al margen de las decisiones judiciales y de los Tribunales de Justicia. Este tipo de actitud vengativa pistoleril, no pertenece a una democracia, ni a un lugar donde exista Seguridad Jurídica, sino a un Estado que claudica ante la delincuencia y el crimen organizado.

FRAN AUDIJE


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