UN RECUERDO DE JOSÉ JOSÉ

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Alejandro Cea Olivares

Ciudad de México 29 de septiembre del 2023


Te platico de José pero sobre su impacto en nuestras vidas y en particular en la vida de un muy querido y ya fallecido amigo, Ernesto.

Ernesto venía de provincia, de pueblo. A través de la educación –era matemático– tenía empleo, lugar social y ganas de vivir. Chaparrito, de no buen carácter. Amigo fiel; muy trabajador. Era de los que se quedaban tarde en la oficina y de los que iniciaban su vida en pareja.

En la sala de su departamentito en la calle de Berlín, el tocadiscos portátil junto a los LP´s. Uno en particular, le gustaba y nos lo hizo gustar. Su portada: un jovencito, muy delgado, vestido totalmente de blanco y sentado en una gran silla de mimbre, como un trono. Trono que sería de Príncipe. Con las canciones de José José, Ernesto enamoraba a la que sería su esposa. Con José José mi amigo, que traía una visión sobre el amor más que de macho, comenzó a cambiar: se hizo romántico, de flores, respetuoso.

Ernesto era muy aislado. Tímido, lejano de cualquier lujo. Por José José descubrió el gran mundo. Un día lo acompañé, no recuerdo si a rentar o comprar un frac. Había invitado a su dama, nada más ni nada menos que al concierto en El Patio, de José José. El cover le llevaba una quincena de su sueldo, la cena otro tanto. Él: feliz, orgulloso.

El concierto fue un sábado por la noche. A Ernesto lo vi tres o cuatro días después. Estaba como ido: aún no se había salido de El Patio. Con detalle refirió su entrada, el acomodo en la mesa, la cena. Platicó que pidió, por no saber de otros líquidos, champaña: llevó al tope a su Diner s, la tarjeta de crédito de la época. Y llevó al tope su gusto, su orgullo, su sentirse bien por haber estado ahí cerca de José José, por haber ondeado múltiples veces la servilleta, por haber recibido – según decía- un gracias de José José dirigido a él. Para Ernesto ese fue un momento cumbre de amor, de sentir, él siempre con grandes carencias, la posibilidad de gastar, de sentirse guapo, gustoso, romántico.

En los años que siguieron le regalé los discos que aparecían. Un día me enseñó unas cajas con CDs. Aquí está, me dijo, todo lo de José José; guardo los discos únicamente por las portadas. Ahí estaban esos CD en una repisa de la sala de su nueva casa, cuando se rompió su matrimonio, cuando se murió con violencia el amor. Ahí estaban y los tocaba en el duelo del rompimiento.

Ernesto nos citó, con urgencia, a tres amigos. Me detectaron, nos dijo, cáncer y en varias partes del cuerpo. Les pido me escuchen, me ayuden a monitorear la enfermedad. Tengo a mi cargo a mis dos hijos. Necesito su ayuda.
Primero en desayunos en algún sitio, después en su casa nos reuníamos cada semana. La enfermedad avanzó. A veces pedía que le pusiéramos música: se abría algún álbum de José José.

Una mañana muy temprano me hablaron del hospital. Lo habían llevado de urgencia la noche anterior. No había nadie con él. La enfermera me pidió que lo abrazara y le hablara cosas bonitas al oído. Le dije que era un hombre bueno, que lo queríamos, que se acordara que Dios estaba cerca. Lo amaba. Después le referí momentos bellos de su vida. Insistí: “que bonito, que elegante te veías cuando fuiste a El Patio, cuanto gusto con las canciones de José José, tú me hiciste adicto.”

La enfermera entró, me dijo sígalo abrazando pero poco a poco va ir dejando de respirar. Yo no sabía que hacer. Recé: le pedí a Jesús lo recibiera. Comencé a tararearle aquello de: Una mañana, una mañana linda como una flor, tu corazón al sol (le dije a Dios) le mostrarás. Dejó de respirar.

Ayer que un sobrino me mandó la fotos del homenaje en el Parque de la China pensé: José José acompañó a mi amigo toda su vida y en su muerte. Ernesto ya fue recibido ahí donde el hermoso canto no cesa. José José, gracias por lo que le diste a Ernesto y junto con Ernesto a mí. Sigo siendo tu fan.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


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