¿Noche de muertas y muertos o Halloween? Ahí está el dilema

Escucha el artículo.

Tiempo de lectura 5 minutos.

Por: Raúl Jiménez Lescas

Morelia, Michoacán a 30 de octubre de 2023.

Escuché, por primera vez en mi vida, la palabra inglesa Halloween en la clase de inglés en la Escuela Secundaria Técnica número 14, donde cursaba mis estudios. Corría la década del 70, ya hace muchos otoños.

La ETI 14 (hoy ETI 1) para ser exactos. Esa fue mi gloriosa secundaria.
Llegaba en bicicleta a las 7 de la madrugada y me metía corriendo al salón. Judy, mi hermana, me preparaba un itacate para el día y salía a despedirme: “Te cuidas”, siempre decía, mientras todos dormían sabrosamente, pues salía como a las 6:30 de la desmañanada.

Un buen día, abrimos el libro de inglés, y no podía pronunciar la palabra Halloween, pero mi pupilo de al lado, familiarizado con algo de la cultura gabacha, como le decíamos, se burló de mí: “Que yope eres” Se pronuncia así y soltó la lengua, y me explicó que rayos era esa “noche de las brujas”. En realidad es una mala traducción al español, porque la palabra Halloween es una versión abreviada de la frase All Hallows’ Eve o All Hallows’ Evening o La noche de todos los santos en español. Así que cuando la maestra de inglés me pidió que leyera, pues pronuncié más o menos correctamente y expliqué con pocos vocablos que carajo era esa noche dizque de brujas.

La manga del muerto, que brujas ni que brujas, las únicas brujas que conocía eran un par de vecinas…
Yo estaba acostumbrado a la antigua. Mi Madre me mandaba por las cañas, frutas y demás cosas para construir un altar de muertos. Las cañas se doblaban de tal manera que se había un arco hermoso y luego se ponían niveles y cosas que a nuestros muertos les gustaban. Mi madre les dedicaba a sus abuelos la ofrenda de muertos, pues mis abuelos aún vivían.

“Mijito: vamos al molino, a moler porque voy hacerles mole y chocolate”. El molino estaba a dos cuadras de la casa y, cargando cubetas de lámina, esperaba a que el molinero moliera los ingredientes, selectamente preparados por mamá. El ritual se preparaba con muchos días de antelación. No era cualquier cosa, como ponerse un disfraz e ir a hacerse bruja en una noche.

Terminado el altar, se colocaba con cuidado una foto de la bisabuela y del bisabuelo (recortada en madera), al dado, el inconfundible, inolvidable y permanente “Niño Dios” de madera que ya debe rebasar los 100 años de vida y, es tan perfecto, que hasta sexo le pusieron. Mi abuelita Carmelita pasaba y veía la obra y daba su consentimiento. El abuelito Pancho pasaba y ponía una copa de mezcal.
Mi Ma decía, la abuela no tomaba. El abuelo decía: Por sí se le antoja.

En esos años vivía en el último cuarto de Hidalgo 1210, Sabinita, una viejita encorbada que la recuerdo siempre caminando, con un permanente e inconfundible reboso negro y una bolsa de mandado como sí siempre fuera al mercado.
Ella siempre me decía: En la noche vienen las ánimas y se llevan los olores, el espíritu de las cosas. Como yo aún no estudiaba filosofía, no distinguía entre la materia y el alma, así que sólo me reía. Sabinita se ponía sería y decía: Mijito, así me decía porque me quería mucho, no te rías que es cosa seria, más para los santos difuntos. Un día tú estarás muerto y vendrás como anima por el mole que tu Mamá con tanto amor prepara y le queda para chuparse los dedos.
Era un puberto de secundaria y no entendía las razones.

Después del altar, el mole y el chocolate, mi Ma nos llevaba al panteón a saludar a nuestros muertos, que en esos años eran pocos, ahora son muchos. Se limpiaban las tumbas, se colocaban flores (no eran tan caras como ahora). Y se les ofrendaba el recuerdo. Comer mole hecho en casa y tomar chocolate con pan de muerto (con su calaverita) era un hermoso rito.

El año pasado, por éstas fechas, mamá Zoila me dijo por teléfono (nunca se acostumbró al celular, ni al WhatsApp), “mijito, voy a hacer mole y chocolate”. Yo le dije: ¡Qué, qué, qué!… ¿Por qué? Mejor cómpralo. No estás para trabajar, ya lo hiciste 83 años. Su respuesta fue muy sabia: Quizá sea la última vez, dijo.
Y cumplió su promesa de hacer mole y chocolate, y comieron como Dios manda o no manda.

Mamá enfermó, al parecer por comer mole de más, entró al hospital de donde ya no salió de pie sino al panteón. ¡Cómo pasa la vida!, para no decir: Cómo han pasado los años. Ahora Mamá, que nos enseñó a cultivar el Día de Muertos con mole y chocolate, además de pan de muerto con calaberita y tantas cosas más, ahora estará en nuestras ofrendas de muertos.

El día 7 de noviembre (2016), aniversario de la Revolución Rusa, será su Cabo de Año. Se le prepara un tapete-cruz al estilo Oaxaca, una misa y depositar la arena en su tumba, como marca el ritual. ¿Halloween? Mejor una hermosa tradición mexicana de Día, tarde y noche de muertos y muertas.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.


Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Un comentario en “¿Noche de muertas y muertos o Halloween? Ahí está el dilema

  1. Pingback: rjlescas

Deja un comentario