JULIA ENTREGA X

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Tiempo de lectura 8 minutos.

Por Luis Mac Gregor Arroyo

Fotografía de pexels

ESCAPADA

«¡Dios!” ¡No lo podía creer! ¡Casi la mitad de mi vida sin saber que existe realmente! Me había quedado emocionado. Aunque eso no impedía que estuviera triste a veces. Sin embargo, en lo general, estaba entusiasmado. Inclusive en esos días, cuando Julia había salido con su familia por unos días, motivado, me quise dar una escapada. Ni lo dudé. Le llamé a Claudia.

—¿Claudia?

—Hola Hugo, ¿cómo estás? Hacía mucho que no sabía de ti.

—¿Nos podríamos ver?

—Te escucho contento, ¿algo pasó? Porque no creo me vayas a platicar de lo complicado que resulta encontrar el amor…

—¡No! Eso ya es historia.

—En serio —con tono neutral —¡Vaya! ¡Hasta que entendiste!

—Me vas a sermonear o nos tomamos un café con algún pancito o algo.

—Voy a ver a Henry.

—¡Ándale! Siempre lo ves.

—¿Por qué tanta urgencia?

—Es que… ¡Encontré a Dios!

—¡¡¡¡AAAAHHHH!!!! Esas son palabras mayores. Te puedo dedicar media hora: de las 17:30 a las 18:00 horas, ni más ni menos.

—Okey, va.

SAINT-HONORÉ

—Me trae un Saint-Honoré.

—Y ¿para usted señor?

—Pastel de elote, por favor —. El mesero se retiró —¿Qué es eso de Saint-Honoré?

—Es una tarta francesa en honor a los pasteleros de ese país. Lo dijo muy seria. Apropiándose de la clase y sofisticación del nombre del postre. Dejando por sentado el nivel de su bagaje cultural…

No muy cómodo. Porque mi bagaje tampoco estaba como para tirarlo a la basura… —¡Muyyy….. biennn!

A los cinco minutos le trajeron su manjar gastronómico afrancesado —. Entonces, Hugo, ¿qué hay con Dios?

—Pues lo encontré, pero antes de decir algo quiero que me digas, ¿quién es Dios?

A punto de tocar con su cuchara su postre —Pues… —moviendo su cabeza de un lado a otro —es todo.

—¿Todo?

Mirando con antojo su postre —. No me acuerdo dónde lo leí pero es nuestra realidad. Somos como pequeños espíritus perdidos en un mar de creación que hizo y depende de nosotros ir para un mejor lugar o no, pero sólo tenemos una vida para ello.

—Ummmm

—¡Sí! —Olvidándose de su postre por un rato —. Aquí debe aprenderse a estar lo mejor posible con uno mismo. Encontrar el amor solo con Dios o también con una pareja. Ya ves que dice el dicho «matrimonio y mortaja del cielo bajan».

—Es decir que no tenemos decisión cuando se trata de tener la pareja definitiva de uno y ni cuando nos vamos a morir.

—Así es.

—Entonces, ¿cómo me encontré a mi novia?

—Pues no sé, ¿cómo…?

—Fue en un camión de segunda.

—¡Ah! Bueno.

Ocultando mi disgusto por el comentario un poco a la ligera —¿Bueno? ¿Así es como se relaciona uno con alguien debido a Dios?

—Pues igual te gustó. Dios dijo está bien, y ahí andas.

—Pero ya he andado con otras personas antes.

—Dios se hizo de la vista gorda.

—¿Así que se hace de la vista gorda?

—¡Hay, Hugo! Se ve que no vas a misa ni por ocurrencia.

—¿Por qué?

—¿Cuántas personas de las que ves en misa crees que realmente son unas peritas en dulce?

—Bueno, no todos han de ser seguidores al pie de la letra, pero me imagino que bastantes.

—Son menos de la mitad, por lo general. La mayoría de las personas van con rencor más que con amor.

—¡¿Cómo?!

—¡Sí! Van rogando a Dios que les ayude, pero casi casi quieren les conceda lo contrario de lo predicado por él. Acaban siendo más papistas que el papa. Lo cual, para los estándares de Dios es, aunque no lo diga, peor que un pecado.

—¡Ay! Sí —Dándole por su lado.

—Sí, sólo existen, básicamente, dos cosas que debes cuidar «Amar a Dios por sobre todas las cosas» y «amar a tu prójimo como a ti mismo». Que para mí realmente se reduce a «ama».

—¿Amar?

—Sí, Hugo, uno viene aquí a amar. Si no ¡imagínate! Si Dios no amara, no habría nadie, o muy pocos. Quién diera el ancho para entrar en la Iglesia y salir vivo. Inclusive algunos padres, si no es que todos.

—¿Tú crees?

—¿Quién no dice alguna vez una grosería? Eso por naturaleza es bastante descortés. Hay padres que las dicen hasta por los codos, ¿eh?

—Sí, pero…

—Pese a ello muchos creen más en Dios que muchos de quienes hablan como si nacieran diciendo poemas con su boca.

—…

—Dios ama Hugo y, perdona, inclusive a quienes van a su Iglesia para convocar al demonio.

Pelé los ojos, esa ni me la imaginaba —¡Qué!

—Sí, lo único que Dios quiere es que le tengamos un poquito de fe y amemos a los demás.

—Entonces qué hay de esos que van a… pedirle a otro en el lugar sagrado.

Abrió un poco más sus ojos e hizo un poco de lado la cucharita en el aire —Mi Hugo, si se mueren y no enmiendan su corazón, se van al infierno.

–Ya… pero, ¿en la misma Iglesia?

—Hay de todo —. Alistándose para comenzar algo… —. Déjame probar mi postre porque se me va a deshacer —. Se puso el bocado en la boca y lo comenzó a saborear —¡Guau! ¡Esto está realmente bueno!

—Su pan de elote —Dijo el mesero arribando por mi lado izquierdo.

Exhalé aire para tratar de relajarme —Gracias.

—¡Ahh! Pero no te creas. Dios se hace de la vista gorda. Pero uno debe procurar, conforme lo va conociendo, de seguir bastantito sus mandamientos. Porque una cosa es que dé chance y otra es pasarse de listo.

—¿Entonces por qué se hace de la vista gorda?

—Porque no desea que lo sigan por fuerza sino por convencimiento, nos dio libertad para escoger. El mal aquí es terrible Hugo. El planeta se está acabando. Dios lo puede todo; pero si las personas no actúan con él es como si actuaran ciegas. Él desea que uno viva en claridad. Claro, como en todo, hay momentos donde a uno le da el bajón, pero esa es la verdad, fuera de él ni maiz. Te lo digo yo que fui bruja.

—No, pues sí. Si tú lo dices es porque has de saber.

—Llegó un momento en que, por más brujería que hacía, no lograba nada. Si uno no hace con Dios “¡Qué ojo: es Jesús!” y no sigue lo que dice, olvídalo… —Y terminó de darle la última cucharada al Saint-Honoré —¡Bueno! ¡Esto estuvo delicioso!

En mi estupefacción apenas había enterrado un poco mi cucharita en el pastel de elote.

—18:00 horas. Me tengo que ir. Fue un super placer —. Se levantó y me dio un beso de despedida en el cachete.

Me hubiera gustado platicar más con ella. Pero sabía que en esos casos no había nada por hacer —. Hasta luego —. Se levantó y se retiró.

Camino a la salida, ya con algunos buenos pasos de avance, Claudia se dio media vuelta y volvió a donde estaba yo —Por cierto.

—¿Sí?

—¡Créeme esa chica está más que aprobada por Dios!

Se volvió a dar la vuelta y se retiró. En su prisa no me dio tiempo de decirle adiós.


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