Por: Atilio Alberto Peralta Merino

Graco y Braulio son hijos de una familia acomodada, participantes del modo de vida de los estratos altos de la pequeña burguesía de la Ciudad de México, en medio en el que la total incertidumbre para la única e inconmovible de las certezas, como nunca acaso lo haya sido en la historia precedente de la humanidad, contradictoriamente, la vida contemporánea ofrece como opción única la estandarización de todo comportamiento, y orilla a todos a formarse en la lista de la “gris hombría norteamericana”- como dijera All Pacino en la cinta “Perfume de Mujer”, aún cuando, claro está, tal afirmación resulta aplicable del todo a nuestro medio.

En “como un lebrel a la liebre”, los personajes tienen un relevancia que desborda a una simple anécdota; acaso pueda decirse lo mismo de “Javier”, el niño pedigüeño de los cruceros, que pese a su anhelo de esforzarse en los estudios que le producen entusiasmo, termina encontrando un fin trágico al probar suerte en enlaces con los sótanos delictivos de la ciudad, personaje por demás complejo de “el camino del principio”, relato que da nombre a la colección publicada por Jaime Alcántara, bajo el sello editorial de la Universidad Autónoma de Puebla.

Características propias del género “novela”, y no del del cuento, en el que la anécdota sencilla se impone sobre la complejidad de personajes tan ricos en matices, como lo son los hermanos Graco y Braulio, y ni que decir de sus padres fidel de María y Estela.

Esaú vendió a Jacob su primogenitura por un plato de lentejas y Rebeca, su madre, se confabuló con él para recibir la bendición de Isaac, su padre. Bajo los parámetros de la inmediatez digital de nuestros días, las aspiraciones de un estrato en el que se refleja el universo moral y psíquico y ambiental de la “Madame Bovary” de Flaubert, lleva a la tragedia al hermano que nació con “estrella refulgente”, la “promición”, dijera San Agustín, se inclinó en sentido contrario al que parecía indicada, profunda implicación trágico del relato bíblico que Jaime Alcántara recrea enmarcándolo en el gris acontecer que caracteriza la cotidianidad del mundo actual.

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