Stanley R. Ross
(fragmentos)
Hacia fines de este mes de diciembre de 1914, la situación de los carrancistas no era precisamente brillante. Sus fuerzas se hallaban dispersas por todo el país. La porción septentrional, con los Estados de Tamaulipas y Nuevo León y el Sudeste de Coahuila, no tardará en quedar reducida a un par de poblaciones fronterizas, además del puerto de Tampico. En la costa del Pacífico, los constitucionalistas seguían siendo dueños de los Estados de Colima y Chiapas, de los puertos de Mazatlán y Acapulco y de la región fronteriza de Agua Prieta, en Sonora. La principal concentración de partidarios de Carranza se encontraba en los Estados del Golfo, en torno al puerto de Veracruz, capital provisional de los carrancistas, y se extendía hasta el istmo de Tehuantepec. El centro del país, con las ciudades más importantes y la preciosa red ferrocarrilera, se hallaba dominado por las poderosas fuerzas de Francisco Villa, la División del Norte, y hacia el Sur el dueño de la situación era Emiliano Zapata, con su Ejército Libertador. (1)
Jesús Carranza había participado lealmente en las aventuras políticas y militares de su hermano. Había desempeñado un modesto papel en la rebelión local encabezada por los Carranza en 1893 contra Garza Galán, gobernador de Coahuila. Durante el régimen de Madero, Jesús actuó como teniente coronel al mando de fuerzas irregulares en Coahuila, cuya gubernatura ocupó Venustiano. Cuando este último desconoció a Victoriano Huerta, el hermano menor se apresuró a sumarse al movimiento rebelde. Oficial activísimo en los campos de batalla, Jesús Carranza (2) mereció ser ascendido a general de brigada en julio de 1913. Aunque de menor estatura y de constitución más corpulenta, era notablemente parecido a su hermano mayor, con quien lo unía un gran afecto… En agosto de 1914, a raíz de la caída del gobierno de Victoriano Huerta, Jesús Carranza fue enviado al istmo de Tehuantepec como jefe de operaciones encargado de atender a la disolución de las antiguas tropas federales. El 3 de octubre regresó a la capital de la República después de llevar a cabo el licenciamiento de unos once mil soldados… Desde la sierra de Oaxaca vino a la ciudad de México el ex general federal Alfonso Santibáñez para ofrecer sus servicios a don Jesús… Don Jesús se confió en él, creyendo que prestaría grandes servicios a la causa en el Istmo. Santibáñez fue nombrado delegado ante la Convención militar de Aguascalientes, donde habrían de estar representadas las fuerzas de Carranza y de Villa… A su regreso de la Convención, Santibáñez recibió de Jesús Carranza el nombramiento de jefe de la guarnición de San Jerónimo Ixtepec (Oaxaca)… En los primeros días de diciembre de 1914, Venustiano Carranza comisionó a su hermano para que visitara los Estados de Oaxaca, Guerrero, Colima y Sinaloa recorriendo los puertos de la costa del Pacífico, con objeto de tener informes de primera mano acerca de la situación política y militar…
Don Jesús se embarcó en Salina Cruz en el cañonero «Guerrero», mandado por el general Rafael Vargas. Hizo su primera escala en Acapulco, donde logró la unificación de los principales cabecillas del Estado de Guerrero, Julián Blanco y Silvestre Mariscal, quienes firmaron actas de adhesión al Primer Jefe y a la causa constitucionalista. El enviado les suministró municiones y dinero para que avanzaran contra Chilpancingo, capital del Estado, y, en caso de ser posible, se apoderaran de ella… El 17 de diciembre llegó don Jesús a Manzanillo, donde recibió la noticia de que el general Diéguez había evacuado la ciudad de Guadalajara en vista de la abrumadora superioridad numérica del ejército villista comandado por el general Felipe Ángeles… La última escala de esta gira de inspección fue Mazatlán, donde Jesús Carranza se entrevistó con los generales Ramón Iturbe y Juan Carrasco, dos de los más importantes elementos constitucionalistas que operaban en Sinaloa…
(Se encontró más tarde en las infructuosas operaciones realizadas en el otoño de 1913 contra Monterrey, y en mayo del año siguiente contribuyó a la captura de esta ciudad norteña impidiendo la llegada de los refuerzos federales enviados desde Laredo. Como comandante de la División del Centro, encabezó la expedición militar lanzada desde Tampico contra San Luis Potosí en junio y julio, y acompañó a su hermano en su triunfal entrada en la ciudad de México el 20 de agosto de 1914. Ross, 1957: 39).
Una vez cumplida su misión, Jesús Carranza regresó a Salina Cruz, donde atracó el «Guerrero» el 29 de diciembre. Inmediatamente ordenó apagar las calderas y limpiar el casco, pues esperaba regresar a Sinaloa llevando tropas del Istmo. Sin embargo, tras una conferencia telegráfica con el Primer Jefe, que seguía en Veracruz, tuvo que cambiar sus planes. En efecto, recibió instrucciones de dirigirse a Veracruz para rendir un informe acerca de las condiciones que había observado durante su gira…
La mañana misma en que Jesús Carranza llegó a Salina Cruz y recibió de su hermano las instrucciones que acabamos de mencionar, la población veracruzana se disponía a celebrar el santo de don Venustiano. Las personalidades militares y civiles y muchos simples ciudadanos visitaron al Primer Jefe para presentarle sus respetos. Don Venustiano recibió las felicitaciones con su austeridad característica. Más tarde, durante un banquete celebrado en la Aduana, dijo en su discurso estas palabras: “Es posible que, en el curso de los acontecimientos, algún jefe militar intentase transacciones o arreglos con el pretexto de evitar la efusión de sangre. Pero declaro que, así como cuando luché con la usurpación no admití ni arreglos ni componendas, ahora que la lucha es francamente contra la reacción no transigiré con el enemigo y no admitiré ni entre los míos a vacilantes en el cumplimiento del deber.” Esa severa norma no tardaría en someterse a la más ruda prueba por los acontecimientos (en la propia persona del primer Jefe)…
El general Jesús Carranza salió con su comitiva de Salina Cruz el 30 de diciembre, a las siete de la tarde, en un tren especial del Ferrocarril de Tehuantepec. En su estado mayor se contaban, entre otras personas, un hijo suyo, un sobrino y su secretario… una escolta compuesta por treinta y cinco soldados norteños… a los cuales se habían sumado cincuenta juchitecos en Salina Cruz…
Aunque al maquinista se le habían dado órdenes de no detenerse en ningún lugar, el tren se paró repentinamente en San Jerónimo, cuartel general de Santibáñez, a unos cincuenta kilómetros de Salina Cruz. Muy asombrado, don Jesús mandó preguntar qué pasaba, y la respuesta fue que la escolta estaba deponiendo sus armas. Entonces envió a Santibáñez la orden de presentarse inmediatamente para que le explicara lo ocurrido, y se le dijo que Santibáñez lo aguardaba en su cuartel general. Cuando Carranza y sus acompañantes llegaron al edificio, fueron desarmados y hechos prisioneros. En el furgón de la escolta, los soldados norteños tuvieron un combate cuerpo a cuerpo con los juchitecos, cómplices de aquel traicionero golpe. Pero su resistencia fue breve e inútil…
A hora avanzada de esa misma noche Santibáñez se dirigió al telégrafo con don Jesús y su secretario, bien custodiados. Después de un infructuoso intento de comunicarse telegráficamente con el general Agustín Castro, que se hallaba en San Cristóbal, Santibáñez decidió enviar un mensaje al Primer Jefe en nombre de Jesús Carranza. Pedía que no se mandaran tropas y que se suspendiera toda clase de operaciones militares en contra de Santibáñez.
El recibo de tan enigmático telegrama, primera indicación de que algo malo ocurría en el Istmo, hacia donde el Primer Jefe no había ordenado ningún movimiento de tropas en el sentido indicado, hizo que don Venustiano saltara del catre de lona en que lo tenía postrado un ataque de lumbago, y se precipitara a la oficina de telégrafos.
El telegrama que envió a su hermano decía así: «Recibí tu mensaje en que me dices no vayan fuerzas a esa región. Hazme favor de venir al telégrafo para conferenciar, pues no entiendo qué quieres decirme.» Casi simultánea mente llegó una comunicación mandada de manera subrepticia por el telegrafista de San Jerónimo, en la cual decía que el hermano del Primer Jefe se hallaba preso. Muy poco después llegaron otros dos mensajes de don Jesús, que vinieron a corroborar el informe…
Al día siguiente, Santibáñez envió un telegrama al primer Jefe, en el cual le decía: “he tenido conocimiento que vienen tropas a combatirme en esta plaza. Sírvase usted suspender el avance, y si me envía medio millón de pesos y medio millón de cartuchos pondré en libertad a su hermano, el general Jesús Carranza. Espero su inmediata con testación”…
Flotaba todavía en el aire el eco de las palabras que había pronunciado en el banquete de la aduana… (Pero) Don Venustiano… les dijo a los periodistas… “Mi deber de Primer Jefe de la Revolución me obliga a no transar con bandidos, cualesquiera que sean los sacrificios personales y las amarguras que tenga que sufrir. Si mis hijos estuvieran en el lugar de mi hermano y mis sobrinos, observaría la misma conducta, ahogando mi dolor.” (Nuevos telegramas de Santibáñez) advertían que el Estado Mayor de don Jesús sería fusilado si el Primer Jefe se negaba a entrar en negociaciones…
Carranza se negó a cualquier clase de arreglos (y escribió a su hermano preso)… “No puedo acceder a que se nombre comisión para arreglar el acto de rebelión de Santibáñez, pues… estoy resuelto a ser inflexible con los reaccionarios y con los jefes que bajo mi mando cometan el delito de insubordinación. No puedo, pues, aceptar de Santibáñez más que la rendición incondicional para que se le juzgue por la falta o delito que hubiere cometido al haberte puesto preso y retenerte aún, queriendo imponer condiciones para que obtengas tu libertad, lo que acusa un acto de abierta rebelión contra esta Primera Jefatura del Ejército y Gobierno de la Unión. Te saludo afectuosamente.”
(Convencidos de que don Venustiano no negociaría con Santibáñez) Su impotente rabia se enderezó contra las inermes personas de sus cautivos. Una «corte marcial» aprobó rápidamente la pena de muerte para todos ellos. La sentencia se pronunció a la 1.45 a. m. del 2 de enero…. (Pero sin darle cumplimiento a la sentencia, Santibáñez desapareció de San Jerónimo acompañado de sus valiosos prisioneros…).
Al llegar (las tropas constitucionalistas) al distrito de Villa Alta, recibieron informe de que Santibáñez había asesinado a Jesús Carranza, a su hijo y a su sobrino (jóvenes ambos de dieciocho años), el día 11 de enero, en la ranchería de Xambau… por el rumbo de Juquila. La investigación confirmó la veracidad de estos trágicos informes.
Los cadáveres quedaron abandonados durante varios días, hasta que los piadosos indios de la sierra, “los mixes”, les dieron sepultura. Estaban irreconocibles, medio comidos por los zopilotes. Sin embargo, los restos fue ron identificados por la estatura y por los objetos encontrados cerca de ellos… fueron llevados a la ciudad de Oaxaca y luego transportados a Veracruz…
El Gobernador de Oaxaca y el profesor Herrera comunicaron al Primer Jefe estas desoladoras noticias. Carranza escuchó estoicamente la lectura de los telegramas y, sin perder su compostura, pidió que lo dejaran solo con su pena… (Y escribió a su esposa,) “Me ha tocado a mí en esta revolución la más grande labor y los más grandes sufrimientos. La primera no la he sentido: hace cuatro años que trabajo casi igual, aun cuando no con la responsabilidad que de dos años acá. Pero no había sufrido tanto ni corporal ni moralmente, porque he sido fuerte para soportar todo. La muerte de Jesús me ha afectado más, porque no podía salvarle y por el fin tan triste de él. Esto lo ha de haber hecho sufrir mucho, pues era tan cariñoso con sus hijos, y estaba él seguro de que los matarían. El Sr. Herrera… dice que en el camino recogieron un papelito escrito para mí en el que me recomendaba su familia… Creo que la Providencia ha querido que yo sufra como todos mis soldados, y ha hecho que mis sufrimientos sean mayores que los de ellos. Pero todos los soportaré sin exhalar una queja, y sin desviarme del camino del deber.” 3
“En los momentos en que don Jesús cayó preso, el profesor Herrera se las arregló para poner a salvo una maleta en que había algunos objetos personales del hermano del Primer Jefe y catorce mil dólares norteamericanos en monedas de oro. Suponiendo que el dinero era propiedad personal del difunto, preguntó por la dirección de la viuda, que vivía con sus hijos pequeños en Texas. Pero don Venustiano, comprendiendo que su hermano no podía haber acumulado semejante suma, ya que su sueldo diario era de treinta y cinco pesos, y convencido de que se trataba de fondos recolectados en los distintos puertos del Pacífico, ordenó que el dinero se entregara al secretario de Hacienda. Sin embargo, antes de que se llevara a efecto esta entrega, el Primer Jefe tomó una moneda de oro de veinte dólares y la sustituyó por su equivalente en billetes de banco mexicanos (ciento sesenta pesos, pues el tipo de cambio era entonces de ocho por uno).” 4
1 Stanley R. Ross, “La muerte de Jesús Carranza”, Historia Mexicana, Vol. 7, No. 1 (Jul.- Sep., 1957), p. 20-44
2 Jesús Carranza participó en la campaña del Norte contra Huerta como subordinado del general Pablo González, comandante del cuerpo de ejército del Noreste. Después de la victoria de Candela (julio de 1913), fue ascendido a general en el mismo campo de batalla
3 Ross, 1957: 33
4 Al menos eso fue lo que le dijo a doña Virginia Salinas de Carranza en carta fechada 25 de enero de 1915, Ross, 1957: 43
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