Adam Smith y Hume: una amistad ejemplar

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El primer economista moderno, y el máximo representante del Empirismo, fueron dos prolíficos escritores de la Ilustración británica, que se conocieron en vida, merced a su pertenencia a los movimientos intelectuales de su época. En seguida lograron establecer una amistad de gran simpatía entre ambos, y su correspondencia epistolar nos ofrece el rastro de una íntima, pero inusitada amistad.

Por eso, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿Cómo fue posible una amistad tan sólida, entre dos pensadores tan distanciados en sus postulados, e incluso en sus costumbres de vida?.

David Hume, era un extraño filósofo, dentro de la todavía rígida sociedad religiosa de la época, en el Reino Unido. Un verdadero detractor de la religión, que llegaba a poner en duda la existencia de Dios, atreviéndose a cuestionar la utilidad de la Iglesia. Las ideas de Hume, causaron escándalo, y se le cerraron algunas puertas. No obstante, el filósofo empirista, vivió siempre con desahogo, y no se le negó la publicación editorial de sus obras, las cuales corrían a cargo de una editorial, encargada de editar muchas otras publicaciones de una variopinta cantidad de escritores británicos.

Adam Smith, un hombre eminentemente discreto, de una mentalidad muy adaptada al clasicismo social inglés de entonces. No dio la nota discordante, como lo hiciera Hume, pero escribió las obras de filosofía en las que se ha basado la economía durante siglos, y todavía se le estudia para comprender a la sociedad en su faceta económica.

Tan distintos, uno y otro, pero excelentes amigos. Sin duda, la capacidad de respeto mútuo debió de unirles, al tiempo que algún secreto de afinidad de carácter que se nos escapa, y que ambos guardan para siempre en el sarcófago de sus tumbas.

En sus intercambios epistolares, es curioso detectar cómo Smith es sumamente reservado en cuanto a sus ideas y convicciones propias, que nunca antepone en las conversaciones, limitándose a comentar las reflexiones de su colega Hume, acríticamente, e, incluso, diríase que se solidariza con las mismas. Pero, lo mismo que le da una palmada en la espalda, a su revolucionario amigo, es capaz de asistir al oficio religioso a continuación, recibiendo los sagrados sacramentos.

Es probable que el cariño humano profesado entre los dos, fuera superior a cualquier distinción ideológica que pudiera distanciarlos. Fomentaron aquello que les unía, y relativizaron todo aquello por lo que no estaban de acuerdo. Tomemos nota.

FRAN AUDIJE
Madrid, España, 14 de mayo del 2024

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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