Por Francisco José Audije Pacheco

Por el mundo, las flores sembrando,
Simpatía, amabilidad desbordando
Desde tu corazón a raudales;

Abrazar con todo el cariño que sabes,
Relajando ceños fruncidos,
A los rostros crispados, mancharlos
Con sonrisas y con lágrimas,
Que las almas yertas tonifiquen;

Atraer el canto de los pájaros
En amaneceres primaverales,
Disipar las nieblas a tu paso,
Ver en las tumbas del campo-santo
La resurrección florida del hombre,
Y nunca el final de la vida;

Correr como un niño que ama,
Soñar como un joven despierto,
Pensar en hacer un bien perpetuo
Por mucho mal que te hagan;

Creer en la belleza y en el amor,
Como la margarita sencilla tomada
De los verdes prados, sin daño,
Para entregarla sonriendo al alba,
A la linda mujer amada,
Que siempre te dice: “Adiós”.