SER BUENO Y SER MALO

La bondad y la maldad son dos calidades o estados de la moral, mediante los que medimos o calificamos, los comportamientos humanos, en una escala más personal que social. Al constituir la moral el ordenamiento interno de las personas, podríamos decir que estas han sido buenas o malas, en función del seguimiento fiel que hayan hecho de tal ordenamiento interno.

La coherencia en nuestros actos y obras, con la moral que nos rija, determina, entonces, la bondad o la maldad de los actos y obras que llevamos a cabo. La cuestión es, ¿qué nos mueve a ser más o menos coherentes con la moral en la que creemos, y que nos sirve de referencia a la hora de orientar nuestros actos, y de llevar a cabo nuestras obras?.

Uno de los posibles diversos factores que podrían determinar esta coherencia, es exógeno a los individuos, y se trata de la influencia del entorno en el que nos movemos. Siempre se ha dicho: “Dime con quien andas, y te diré quién eres”, prueba de que las personas con las que convivimos, y las circunstancias generadas en dicha convivencia, impactan en nuestro carácter, y pueden desviar definitivamente bastantes de los lances del vivir, en los que nos vemos envueltos.

Dentro del entorno vital en el que se desarrolla nuestra vida, suele existir una escala en pirámide, a modo de gradación de responsabilidad. Así, por ejemplo, en la familia, la cúspide de la pirámide está copada por los padres, después los hijos, y, entre estos, van antes los de mayor edad, descendiendo el grado de responsabilidad, a medida que la edad es menor. En un Colegio, la cúspide de la pirámide es ocupada por la dirección del Colegio, a continuación, los profesores, y, finalmente, los alumnos, entre los que también existe una gradación, de mayor a menor edad, o de mayor personalidad a menor personalidad. En una nación o en un Estado, primero va el Jefe del Estado, a continuación el presidente, después los ministros, jueces y diputados, y, a continuación, el grueso de la ciudadanía.

Esta exposición de las pirámides de responsabilidad, que se da en casi todos los ámbitos sociales, nos sirve para explicar la influencia que se produce en los individuos, determinante en muchos casos, de que se siga la moral, o de que nosotros mismos contradigamos nuestro propio código moral de conducta, acercándonos a la bondad, o aproximándonos a la maldad. Porque el grado de responsabilidad que refleja la pirámide, indica también que tenemos capacidad de influir en las personas que están por debajo de tal grado de responsabilidad.

Debemos reconocer, pues, que no siempre somos lo responsables que se esperaría de nosotros, de manera que infringimos nuestra moral, y nos comportamos mal. Cuando esto sucede, se produce un efecto en cascada, que puede provocar alteraciones morales en los actos de los responsables subordinados, que son influidos por la falta de responsabilidad del que está por encima.

No nos sirve de excusa completa, de todas formas, que el superior a nosotros haga las cosas mal, para justificar nuestros malos actos, y nuestras malas obras, ya que, a pesar de esta influencia perniciosa, o de que se nos complican las cosas para cumplir con nuestra moral, existe la posibilidad de continuar ejerciendo una conducta bondadosa, o, al menos, de salvar los platos, y de no tirarnos al barro de la maldad, tan directamente, aunque, indudablemente, como hemos dicho, la falta de responsabilidad de nuestros superiores al ser coherentes con la moral, supone una complicación para que los que estamos por debajo obremos como sería debido.

FRAN AUDIJE

Madrid,España,18 de junio 2023

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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