Ventarrón de Gardel


Por: Atilio Alberto Peralta Merino

Ciudad de Puebla,Puebla, 14 de julio del 2024
Mi abuelo que se caracterizaba por un manifiesto sentido del humor, espetaba siempre una frase irónica cuando cualquier interlocutor en su cercanía aludía a una guitarra : “la guitarra en el ropero”-decía invariablemente-.

Durante años, sobre todo en la infancia, dicha frase representó para mi un arcano insondable, hasta que, finalmente, al pasar de los años, descubrí que aludía a la letra de “Mi Noche Triste”, el primer tango-canción estrenado una tarde de abril del señero año de 1917 en el legendario “Café Tortoni” de la Ciudad de Buenos Aires, por el dueto conformado por Carlos Gradel y José Razzano.

Por aquellos años, mi madre tuvo a bien mandarme a confeccionar un smoking verde botella de terciopelo, dado que asistiríamos a una cena en uno de los restaurantes de la cadena “Cardini” de la Ciudad de México, en la que se presentaba como variedad, nada más y nada menos que “Marianito Mores” y su orquesta.

Escuchaba a las personas mayores relatar que en fechas precedentes cercanas a la ocasión, su legendaria interprete: Susi Leyva, había perecido víctima de algún episodio trágico, cuyas peculiaridades, dicha sea la verdad, ignoro hasta el presente día.

En el intermedio de aquel imponente espectáculo fui al sanitario y me topé en los lavabos con dos hombres vestidos con impecable elegancia que dialogaban entre sí, uno de ellos sonrió al verme y de despedida me dio una ligera palmada en la mejilla.

La verdad sea dicha, al margen de cualquier falsa modestia, creo que muy pocas personas, incluso en Buenos Aires, pueden presumir el hecho de que la “cacheta de confirmación” se las hubiese propinado el mismísimo Mariano Mores.

No obstante, no fue sino hasta el “Mundial de Fútbol” de 1978 en el que me estremecí escuchando en la televisión el tango “Volver”, reingresaba por aquellos años a la escuela secundaria del colegio de la Compañía de Jesús en Puebla, después de haber estado en la Isla Margarita un año, a cuyo territorio insular habían llegado innumerables inmigrantes procedentes del Uruguay huyendo de la persecución de Bordaberry , y ahora me topaba en mi ciudad natal con Carlos Marcovich que recién había arribado a México.

Ante el tiempo, siempre inexorable como al efecto lo escudriñara Martin Heiddeger, el pasado sábado 13 de julio, experimenté un verdadero episodio iniciático como aquel del restaurante “Cardini” que siempre me ha acompañado; al haberme dedicado la “cantora” – así se dice en la jerga tanguera- Valentina Etchebets , desde la Ciudad de Mendoza su interpretación de “Ventarrón”.

Intérprete que se erigirá, a no dudarse en fechas próximas , en una verdadera leyenda del tango, y ello partiendo de que no lo sea ya en los días que corren: la potencia de su voz contrasta con su complexión menuda y su imagen infantil, -siendo muy joven luce aún menor- con su formidable capacidad de transmitir el sentimiento propio de un género, que , por su raíz misma , está imbuido hasta la saciedad del sentido que Seneca daba al término “sabiduría”: consistente siempre, en ser sabedor de que la vida no es feliz.

La letra misma del tango de Pedro Maffia, habla precisamente de la tragedia de un hombre , que, como todos los hombre , ha perdido ya la carrera ante el inexorable transcurrir del tiempo, aquel del que Agustín de Hippona dijera: “si nadie me pregunta que es, yo se que es, pero si alguien me pregunta que es, entonces ya no se lo que es”.

El día previo a su deceso, Helvio Botana que residía en la Ciudad de Morelia envío en muy gentil comentario, solía decir, tal y como le reiteró en el mensaje de esa noche, que charlar conmigo le recordaba las platicas que oía en su niñez, a lo que yo le contestaba que me consideraba muy lejos de las conversaciones sofisticadas que podría tener un hombre como su abuelo que, como él mismo decía, había “inventado a Gardel”, al amanecer me enteré de que Helvio había fallecido, quizá el sentido mismo que se transmite en el tengo llegó a su puerta en ese momento.

En alguna ocasión, intercambiando comentarios con el escritos Manuel Lozano Gombault , le decía que me parecía encontrar ecos de la “Aurelia” de Nerval en el verso que señala que “Ventarrón se fue tras de su estrella, que el destino le señaló”, aun cuando, al escucharla gentilmente dedicada a mi persona por Valentina, me parece alusiva a la terrible consideración del Padre de la Iglesia, acaso sólo igualada en la narración de Marcel Proust; aun cuando, después de todo , asignando el sentido al referido transcurrir como señala el referido filósofo alemán, sólo queda agradecer le gesto de Valentina al cantar:

Por tu fama, por tu estampa
Sos el malevo mentado del hampa,
Sos el más taura entre todos los tauras,
Sos el mismo ventarrón
Quien te iguala por tu rango
En las canyengues quebradas del tango
En la conquista de los corazones
Si llega la ocasión
Entre el malevaje
ventarrón a vos te llaman
ventarrón por tu coraje,
Por tus hazañas todos te aclaman
Y a pesar de todo
ventarrón dejo Pompeya.
Y se fue tras de la estrella
Que su destino le señaló
Muchos años han pasado
Y sus guapezas y sus berrentines.
Los fue dejando por los cafetines
Como un castigo de Dios,
Solo y triste, casi enfermo
Con sus derrotas mordiéndole el alma
Volvió el malevo buscando su fama
Que otro ya conquistó.
Ya no sos el mismo
ventarrón de aquellos tiempos
Sos cartón para el amigo
Y para el maula un pobre cristo
Y al sentir un tango
Compadrón y retobado
Recordás de aquel pasado
Las glorias guapas del ventarrón

albertoperalta1963@gmail.com


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