Una de las principales motivaciones, que impulsaron y movieron la conquista y colonización de América, fue el logro de grandes riquezas y honores. Europa confiaba en las riquezas de oro y otros minerales preciosos, así como en la abundancia de tierras feraces, que atesorarían otros territorios lejanos e inexplorados, al Oriente, de los cuales habían llegado algunos ecos al Viejo Continente, trasladados por exploradores solitarios, como el famoso Marco Polo.
Lo que se estaba planteando en las postrimerías de la Edad Media, era la apertura de una ruta hacia Oriente, que permitiera el abastecimiento de todas estas riquezas que se presumían, casi con total certeza. Ello posibilitaría al poseedor del oro y las especias, el dominio de Europa, y de todo el mundo civilizado. Y este fue el planteamiento de Cristóbal Colón, para encontrar apoyos a su expedición de descubrimiento. Planteamiento que tuvo que lidiar con el mundo supersticioso medieval, donde la Ciencia era menospreciada, siendo, precisamente científicos, los argumentos que empleaba Colón para justificar su proyecto.
Una vez establecida la nueva ruta, mar adentro, y desembarcados los ambiciosos expedicionarios, en lo que creían la parte trasera del Asia Oriental (Las Indias Orientales), comenzó la pasión por el descubrimiento de tesoros, que los enriquecieran a ellos mismos, en nombre del Rey, porque el grueso de los tesoros debían ser enviados a España, para que esta comenzara y mantuviera, el predominio militar sobre el resto de Europa. Pronto se percataron los pobladores de América, de la gran ambición por el oro de los españoles, que, para satisfacer aquella sed desmedida, urdían historias fantasiosas, las cuales, unidas a la propia imaginación de los expedicionarios, lograron crear mitos, que todavía se investigan, como fue el de El Dorado.
En realidad, podemos denominar como El Dorado, a toda esta fiebre conquistadora de riquezas, que llevaban los españoles en la cabeza, y que, a medida que se iban alcanzando metas, se hacía más obsesiva y ambiciosa. De hecho, cuando se hallaban territorios donde abundaban oro y esmeraldas, procuraba llevarse en secreto, para que los colonos de otras zonas menos afortunadas, no abandonaran aquellos territorios, en pos de mejor reputación, con el consiguiente peligro de ser usurpados los territorios por otras potencias.
España consiguió mantener su influencia en Europa, prácticamente hasta el siglo XVIII, gracias a la conquista de El Dorado americano, que proporcionó financiación para sostener las continuas campañas bélicas en Centro Europa, que permitieron el dominio político, sobre todo el Viejo Continente, hasta la derrota de Rocroi, en 1643. Posteriormente a dicha batalla, todavía conservó España una curiosa presencia europea, como hemos indicado.
Sin embargo, esta obsesión dominadora e imperialista, se centró en lo militar, y dejó subdesarrollada a España, que encargaba su abastecimiento a los territorios controlados en Europa, como la Península Itálica o los Países Bajos, surtidores oficiales de muchos de los productos que se consumían en la Península Ibérica, simplemente porque se podían pagar los encargos con el oro que cruzaba el Atlántico, y era una táctica para comprar la fidelidad de los territorios europeos gobernados por España.
Algunos de los productos que España traía desde América, como el cacao o el café, por ejemplo, eran enviados a la península itálica y a Flandes, con la intención de que fueran transformados allí, y, posteriormente, enviados a España, y a toda Europa. De tal manera, se desarrolló y se perfeccionó la ciencia para la excelencia de dichos productos, siendo no otra la razón de la fama del café italiano, y del chocolate belga.
Podemos concluir que, El Dorado, permitió a España ser el gran Imperio del Renacimiento, porque se logró mantener un gran esfuerzo militar, para subyugar al Continente clave para la hegemonía sobre el mundo, pero esta ambición de poder a toda costa, se llevó por delante la prosperidad de los españoles, que hemos tenido que padecer un anclaje secular a la Edad Media, ya que las riquezas de América no sirvieron para desarrollar económicamente a la Península Ibérica, y, en los aspectos culturales, las supersticiones religiosas medievales, persistieron, hasta el punto de ahogar cualquier conato de desarrollo científico y filosófico.
FRAN AUDIJE
Fotograma de la película El Dorado, de Carlos Saura.
Madrid,España, 20 de agosto 2024.
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