Por Leticia López Pérez

Imagen de la Muerte por Edmundo López Sierra.
Nunca he sentido aversión ni susto ante la muerte, ante el acto en el que una persona deja de convivir con nosotros, y su organismo inicia el proceso de descomposición. Desde pequeña, siempre lo he visto como algo que ocurre para todos, y siempre en momentos distintos.
Debo agregar, que siempre he sabido cuándo alguien está próximo a morir, incluso si la persona en cuestión lo ignora (y no le digo, claro, entiendo que las demás personas sienten miedo y se impresionan mucho con este acto sencillo); y del mismo modo, siempre supe cuándo iba a dar a luz o estaba dando a luz una amiga. El ciclo de la vida y la muerte, que son dos caras de la misma fuerza de la naturaleza, tiene la deferencia de contarme sus secretos.
He tenido pérdidas, como todos. Y en los muchos años que tengo de meditar, de contactarme con lo trascendente, he ido aprendiendo muchas cosas al respecto, y las comparto como reflexión, lejos del intento de hacer que las personas dejen de creer en lo que han elegido creer.
Por un lado, está ese mundo del que nuestros ancestros creían que vienen a visitarnos nuestros muertos, el Mictlán. Un lugar al que no hay que meterse, a menos que seamos los muertos, precisamente, que son invitados a ese espacio creado por los cuatro Tezcaltipocas, donde Mictecacícuatl y Mictlantecuhtli custodian y ponen a prueba a las almas a través de nueve niveles, para finalmente descansar.
A pesar de lo que dicen los ancestros, lo que yo vi es que es un lugar donde hay fiesta permanente, y nuestros muertos, si eligen habitar ese espacio, no están en calavera, son iguales a como los vimos en esta vida, además, en su mejor momento. Ahí pueden permanecer toda la eternidad. Elijo respetar mucho ese espacio, pues aún siendo mexicana, no siento que ahí yo tenga relación.
Por otra parte, está un lugar, una dimensión, donde los seres que han trascendido, y vivieron sin dañar a nadie, una vida más o menos sencilla, con amor y entrega a los suyos, se dedican a reflexionar. Pueden estar ahí un día, meses, años, a la elección de cada quien. Estos familiares o amigos que se encuentran aquí, pueden ayudarnos cuando quieren, pueden comunicarse con nosotros en sueños, y sin embargo, al terminar su tiempo ahí, inician su camino de muertos, y la verdad es que ya no podemos comunicarnos con ellos, pues es un proceso para elaborar una nueva experiencia de vida.
Respecto a las personas que se quitan la vida, van a un lugar que pareciera hospital, es un lugar con mucha luz, donde son asistidos por seres espirituales que les ayudan a sanar el evento, y sus causas. Una vez que han terminado su estancia ahí, pueden ir al espacio de reflexión, o tomar el camino de muertos.
Aquí viene para mí una reflexión, y es que si una parte de las almas al final, ya no regresan, pero nuestros conocidos al poner su ofrenda en estos días, afirman haber tenido contacto con sus seres queridos, ya sea en este evento o en otros momentos ¿con quién están teniendo contacto? ¿será que hablamos con recuerdos?.
Alguna vez un maestro de ocultismo dijo (no recuerdo el libro) que todo lo que hacemos, se queda en el astral, en la energía que vincula todas las cosas. Si es así, entonces todas las sesiones que se realizan para hablar con nuestros muertos no son contactos con ellos, sino diálogos con el recuerdo que quienes partieron dejaron plasmado, y que resulta invocado mientras nosotros sigamos pensando en esos familiares y amigos que se han ido, pero cuando nosotros también nos vayamos, a ellos ya nadie los invocará, y serán voces y experiencias de camino al olvido, información esperando ser escuchada y leída, pero que nadie requiere.
Entonces nosotros seremos los llamados, nuestro recuerdo hablará con nuestra descendencia, alimentando la creencia de que hemos vuelto, aún cuando eso no sea posible, porque la última opción al morir, es que después de unos días, ya no hay nada. Todo lo que hemos sido se integra a la Fuente Infinita, pero se pierde todo rastro de esta conciencia que hemos sido.
Todavía no me atrevo a a afirmar lo último: lo he visto también en algunas ocasiones, así que quizá, en realidad, cada uno tiene el final que desea, aunque no sea consciente de ello.
Ciudad de México, 31 de octubre de 2024
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