En el 218 a. C., cuando tenía apenas 18 años, rescató a su padre, el cónsul Publio, de las fuerzas enemigas.

Fue enviado a Hispania como procónsul y puso fin al dominio cartaginés en Hispania.

En el año 202 a. C. se enfrentó con Aníbal en la batalla de Zama. El resultado fue una victoria para Roma dando fin a la segunda guerra púnica.

Derrotó al rey seléucida, Antíoco III, en 189 a. C. asegurando para Roma el dominio del Mediterráneo oriental: nunca Roma había tenido tanta riqueza.

En sus últimos años fue acusado de haberse dejado sobornar por Antíoco, por lo que las palabras en su testamento serían: “Ingrata patria, no eres digna de poseer mis huesos”.

Escipión el Africano

Por Luis Mac Gregor Arroyo

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