Ante el lanzamiento de mi último libro de poemas, los que escribí durante mi dura adolescencia, entre el año 1986, y el 2006, debo resaltar el sumo cariño y admiración, con los que fueron redactados estos poemas, inspirados, en su mayor parte, por la mujer, y que, por tanto, es justo reconocer, que van dedicados a ellas, como todo el resto de mi obra, ya esté publicada, o permanezca aún en el inédito limbo de la Literatura.
Desde que tengo conciencia, recuerdos, y uso de razón, mantengo una firme afición hacia las mujeres, dentro siempre del respeto que se merecen como seres humanos, y compañeras de los varones en este mundo. Un mundo, no vamos a engañarnos, bellísimo, pero que los hombres nos encargamos de afear, y de hacer difícil de habitar, para tantos y tantos millones de personas, en toda su extensión.
Una de las cosas más bellas de este mundo, sin dudarlo ni un instante, es la mujer. Yo siempre he dicho que son las flores de la humanidad, es decir, lo equivalente a la representación de la belleza en la naturaleza, se puede trasladar sin el menor menoscabo, a la humanidad, siendo encarnado, para mi gusto, en la mujer, y en las mujeres.
La mujer, las chicas que conocí durante esos años de mi adolescencia, tan prolongada, en un momento dado, pero tan efímera o fugaz, desde la perspectiva de otros momentos, contribuyeron, decisivamente, a la dulcificación de los difíciles trances por los que tuve que atravesar. En ellas encontré a la poesía, hasta el punto de que, sin ellas, probablemente, no hubiera crecido como poeta, ni tan siquiera como escritor.
Cuando hablo de la mujer, y de mi relación con la misma, vuelvo a repetir que lo hago desde mi mayor respeto, y desde un esfuerzo continuo y constante por guardar coherencia con ese concepto mío de ellas, que tiene marcados matices de idealismo platónico, lo reconozco, pero debo admitir, igualmente, que soy incapaz de abstraer mi persona de tal divinización que hago de la feminidad, porque tengo una tendencia natural a ser deslumbrado por la mujer, y a permanecer cautivo de las virtudes femeninas, así como de la belleza física de la mujer.
Gracias, pues, a las mujeres de las que me enamoré en mi adolescencia, porque, debido a ellas, y por causa de su amor, yo escribí todos estos lindos poemas, que ahora emergen de las tinieblas de mi desván literario, para quien, libremente, los quiera disfrutar, y, quizás, vivir ese amor que yo reflejo en mis versos, de tan fugaz y larga adolescencia.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 16 de febrero del 2025
Fotografía propiedad del autor.
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