Uno de los más conocidos cuadros pictóricos de Diego de Velázquez, pintor oficial de la Corte Real de Felipe IV, representa a un humilde personaje, que estaba al servicio del rey, dentro de las dependencias de palacio, donde se desarrollaba la vida de la Corte, con el rey y su familia.
Se trata del bufón, Juan Calabacillas, conocido por este apodo de «Calabacillas», puesto que, en la pintura velazqueña, aparece junto a una calabaza. Lo de la calabaza, junto al bufón, no es una casualidad, sino el indicativo de retraso o de escasa inteligencia, pues resulta que, la medicina de la época, utilizaba huesos de calabaza, para tapar heridas en el cráneo, las cuales solían acarrear la consecuencia de lesiones neurológicas. Por tanto, «un calabazas» era un tonto, o alguien muy limitado, como se nos quiere dar a entender en la obra que inmortaliza a este bufón.
Parece ser que, el entonces Duque de Alba, Cardenal-Infante Fernando de Austria, hermano del rey Felipe IV, visitó la zona Norte de la actual provincia de Cáceres, donde llegó a las Hurdes y a las Batuecas. En estos lugares, se encontraría con algunos personajes de gracia e ingenio, pero con un aspecto deforme, o padeciendo discapacidades, lo cual les convertía en buenos candidatos para ser reclutados como bufones de palacio. Tengamos en cuenta que, los entretenimientos de la época en palacio o en las Cortes Reales, eran escasos, y predominaba una atmósfera de suma seriedad. La figura del bufón, con sus ridiculeces y sus tonterías, amenizaba y distendía la vida palaciega.
Juan Calabacillas, aceptaría ser reclutado por el Cardenal-Infante, al que debió de agradar y sorprender. Con el tiempo, el ingenio del Calabacillas, sirviendo de distracción al Duque de Alba, llegó a oídos de su hermano, el rey, quien también quiso conocerlo, encaprichándose de este personaje bizco, hasta el punto de que solicitó sus servicios en la Corte, donde se encontró con el famoso pintor de Cámara, que le inmortalizaría, así como con diversos intelectuales del Siglo de Oro.
Pero, el tema del supuesto retraso mental del Calabacillas, debemos someterlo a un análisis más escrupuloso, porque existen indicios muy claros, de que este personaje hurdano, en realidad, no era tan limitado de inteligencia, aunque él mismo adoptara este rol, de una manera astuta, como sospechamos, seguramente para que le adjudicaran un puesto junto a los grandes señores de la época, por muy bajo o de escasa reputación, que fuera tal puesto.
Los bufones al servicio del rey, o de cualquier título nobiliario, generalmente eran maltratados. Se les pagaba con el alojamiento, y una alimentación precaria. Sin embargo, Juan Calabacillas, gozaba de un sueldo, tenía asignado un carro y una mula, y estaba autorizado para mandar a cierta parte del personal palaciego. Debió ser el Calabacillas, deducimos, un hombre astuto, que, lejos de su aspecto de tonto, encerraba una inteligencia oculta, muy bien esgrimida para conseguir algunos privilegios, del todo vetados a los personajes de su categoría.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 24 de febrero del 2025
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