Alguna vez dijera “me encontré sin dinero, sin crédito, sin ejército, sin experiencia ni conocimiento de mi condición y, finalmente sin nadie para aconsejarme”.

Se casó con Francisco Esteban de Lorena y, tras morir éste, cayó en depresión, vistió siempre de negro, abandonó la vida de la corte y no volvió a acudir a fiestas.

En la guerra de Sucesión austriaca se enfrentó con su nación, Gran Bretaña y las Provincias Unidas contra Baviera, Prusia, Sajonia, Francia, España y Cerdeña.

A pesar de tener buenas relaciones con el Vaticano se reservó el poder de elegir los altos cargos del clero en su imperio a despecho de la Santa Sede.

La viruela le mató dos hijos y a su nuera y, al fallecer ella, en 1780, dejó un imperio austriaco revitalizado y el recuerdo de ser una mujer disciplinada.

María Teresa I de Austria

Por Luis Mac Gregor Arroyo

Fotografía de Anna Avilova