Genocidio en Palestina: El precio de un Estado para los judíos

SM Rico

Mientras el mundo observa horrorizado; el Papa condena la hambruna antes de ir a comer y hacer política para la OTAN en el conflicto por Ucrania; el feminismo guarda silencio mediático; y el genocidio es financiado con los impuestos del “mundo libre”. Una generación entera de niños palestinos está siendo sistemáticamente aniquilada y traumatizada en la Franja de Gaza.

Lo que se desarrolla ante nuestros ojos; en redes y hasta en los grandes medios (antes silentes o moderados), es calificado hasta por los expertos y organizaciones internacionales como un genocidio y una “guerra contra la infancia”. Esta es una catástrofe humanitaria sin precedentes, orquestada por las implacables acciones militares y el asedio de Israel. La vida de cada niño en Gaza se ha convertido en una lucha diaria por la supervivencia, marcada por la muerte, el hambre, la enfermedad y un trauma psicológico que definirá su futuro, si es que tienen uno.

Desde octubre de 2023, la ofensiva israelí ha transformado Gaza en un infierno para sus habitantes más jóvenes, y en genocidas a los que viven cómodamente en los territorios ocupados esperando un terreno disponible; un lugar para construir comunidad sobre las antiguas viviendas de la gente, considerada por ellos, como inferiores y prescindibles.

Los planes son claros desde hace décadas, asesinar a los habitantes de los territorios que pretenden terminar de ocupar, todo de la manera más rápida posible para poder acallar las voces de los grandes medios, que Hollywood se encargue del resto y darle vuelta a la página para “vivir felices para siempre”, en una “tierra controlada y próspera”. Sin embargo, la valentía y la resistencia de los palestinos ha sido admirable y duradera, a pesar de la pasividad del mundo, ellos continúan con vida, todo a pesar de que los siguen matando, poco a poco, de hambre, con fuego y por un redituable robo de órganos.

Las cifras son escalofriantes y representan mucho más que estadísticas: son vidas truncadas, sueños desvanecidos y futuros robados. Más de 17,400 niños (para el 27 de mayo de 2025), han sido asesinados, una cifra que supera con creces las muertes infantiles en conflictos globales durante los últimos cuatro años. Este número, que crece día a día, y subraya la brutalidad de la campaña militar de Israel, que no desea distinguir entre combatientes y la población civil más vulnerable; una campaña orquestada, ya sea por acción, omisión o una cómoda indiferencia; por comunidad, pueblo y Estado en su conjunto.

El 70% de las víctimas mortales en Gaza son mujeres y niños, una proporción que habla por sí misma sobre la naturaleza indiscriminada de los ataques y de aquellos países que los apoyan.

La situación se agrava exponencialmente con el uso deliberado del hambre como arma de guerra. El asedio impuesto por Israel ha estrangulado la entrada de ayuda humanitaria, llevando a la Franja de Gaza al borde de una hambruna catastrófica. La escasez crítica de alimentos y agua potable ha provocado un aumento alarmante de la desnutrición infantil. En marzo de 2024, UNICEF reportó que la desnutrición aguda en el norte de Gaza se había duplicado en solo dos meses, afectando a uno de cada tres niños.

Las consecuencias son mortales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó en mayo de 2025 que al menos 57 niños han muerto por desnutrición solo entre marzo y mayo de este año. Estas muertes no son accidentes; son el resultado directo de una política de bloqueo y restricción que impide la entrada de suministros vitales. La ONU ha advertido que, de no cambiar la situación, cerca de 71,000 niños menores de cinco años podrían morir de hambre, o sufrir desnutrición aguda grave a través de los próximos 11 meses, con consecuencias irreversibles para su desarrollo físico y cognitivo.

El sistema de salud civil de Gaza ha sido sistemáticamente desmantelado por los ataques israelíes. La mayoría de los hospitales y clínicas están dañados o destruidos, y los pocos que quedan operan con una capacidad mínima, sin medicamentos, equipos ni personal suficientes.

Esta destrucción deliberada ha provocado el resurgimiento de enfermedades prevenibles, como la poliomielitis tipo 2, después de un cuarto de siglo. Los niños con enfermedades crónicas, que antes podían ser tratados, ahora enfrentan una sentencia de muerte en un sistema sanitario colapsado.

La tasa de mortalidad infantil en Palestina es siete veces superior a la de los territorios ocupados en Israel, un reflejo sombrío de las condiciones de vida y la falta de acceso a la atención médica.

Más allá de las muertes y las heridas físicas, los niños de Gaza están sufriendo un daño psicológico devastador e invisible para un mundo que solo espera el próximo estreno en Netflix o el siguiente concierto de música en su ciudad.

Casi todos los niños han sido desplazados de sus hogares, muchos de ellos varias veces. Llenos de impotencia han visto cómo sus barrios, escuelas y hospitales son reducidos a escombros. La constante exposición a bombardeos, la pérdida de familiares y amigos, y la incertidumbre sobre el futuro han dejado una huella traumática permanente.

Las escuelas, pilares fundamentales para el desarrollo y la estabilidad de los niños, han sido un objetivo recurrente del ejército de Israel. Se estima que el 88.5% de las escuelas en Gaza han sido dañadas o destruidas, negando a miles de niños el derecho fundamental a la educación y a un espacio seguro para aprender y crecer.

Los niños palestinos son testigos de una violencia que ningún ser humano debería presenciar, y mucho menos experimentar, en su infancia. Muchos han quedado huérfanos o separados de sus familias, enfrentando un futuro incierto y desolador.

El trauma colectivo y personal que están experimentando estos niños es incalculable. Organizaciones de derechos humanos advierten que las violaciones contra los niños en Palestina no se limitan a Gaza, sino que se extienden a Cisjordania, donde también se registran detenciones arbitrarias, interrogatorios sin la presencia de adultos y abusos físicos, sexuales y psicológicos.

Israel, como potencia invasora, tiene la obligación legal y moral de proteger a la población civil, pero sus acciones demuestran su flagrante desprecio por el derecho internacional humanitario y los derechos de los niños.

Actos de genocidio apoyados en el mundo, por esta generación, una generación de hombres y mujeres que prefieren voltear para otro lado, seguir consumiendo a los empresarios del genocidio y apoyar con sus impuestos y votos a los que financian armas y apoyo logístico a quienes están cometiendo estos crímenes todos los días.

Todo mientras creen ingenuamente que viven en la cúspide de la civilización, en la generación de la salud mental, la que apoya a las mujeres y ha ganado para ellas, libertad y plenitud. La realidad, al final, los dejará en ridículo.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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