Barinas, Venezuela, 18 de junio de 2025 _«Lo cierto es que vivimos postergando todo lo impostergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo»._
*Jorge Luis Borges*
_«Funes El Memorioso»_
«Se empeñan en decir que estoy enfermo». En mí no hay afección alguna, dice. «Por vida de Dios que yo no me siento nada. Estoy bien». Silverio Ramón Peraza tiene el temperamento sereno que dan los años de haber vivido mucho más que el común de los mortales. Las facciones de su cara son de aquellas personas que están bien consigo mismas. Aprendió a tumbar reses desde un caballo. Como coleador de manga larga se ganó la fama de gran jinete de coleo, en sus años dorados tumbaba los toros con elegancia… y dando las tres vueltas completas alrededor del animal después de cada coleada efectiva se lucía como ningún otro coleador. Su fama se regó por el Guárico y el Apure. Silverio Ramón Peraza, el hijo de la Negra Margarita Peraza, diestra ejecutante de la bandola y el cuatro, instrumentos propios del toque recio del joropo de los llanos venezolanos. Su padre fue José Feliciano Bravo, natural de Valle de la Pascua, músico de arpa y amansador de caballos salvajes y toros cachilapos, quien llegó a San Fernando de Apure en los años 30″ del Siglo XX, pueblo éste donde conoció a la Negra Margarita, con quien vivió un largo concubinato y pocreó varios hijos, entre otros Silverio. De su padre aprendió a montar caballos y el arreo de ganado, oficios de brega para ganarse un mejor vivir en la ruda realidad de las sabanas venezolanas. Silverio Ramón Peraza nació el 04 de octubre de 1936, y es un eslabón directo para llegar al tiempo en que el legendario José Cupertino Ríos Viña, tocaba los grandes bailes en los hatos perdidos por allá en la lejanía de la memoria. Silverio Ramón Peraza, siendo muy niño conoció al compositor convertido hoy en día un mito; a José Cupertino lo tuvo ahí de cerca, ya que fueron muchas las parrandas llaneras en las que su padre José Feliciano Bravo, alternó con el afamado creador de música llanera. Cuando Jorge Luis Borges presenció toros coleados durante su visita a Venezuela en 1982, preguntó por Silverio Peraza, y su inseparable María Kodama, le dijo a Borges quien se había interesado por conocerlo que no había sido posible que llegara Silverio, ya que se había internado en El Cajón del Arauca apureño y las intensas lluvias del llano habían inundado los caminos y no le permitieron atravesar los caños crecidos. El autor del Aleph le fascinaba la destreza de los coleadores en la suerte de derribar un toro jalándolo del rabo. Borges, incluso, escuchaba atentamente el sonido de los caballos y el toro, como si estuviera «olfateando el drama existencial de una fuga animal», como si estuviera viendo al Centauro de los llanos, al mismísimo General José Antonio Páez combatiendo a los españoles con su lanza victoriosa en Las Queseras del Medio.
«Mi hija se empeña en llevarme al médico, porque yo… y que estoy enfermo… y de verdad que yo no me siento nadita de nada, y un día de éstos me les escapo y le brinco encima a un caballo y me voy a colear este mismo año pa’ las fiestas de El Real.
Silverio al igual que El Chavo, quien vive por momentos en un barril, tiene su refugio dentro de un barril de madera, donde se siente protegido y puede pensar o llorar en privado; Silverio Ramón Peraza vive, tiene su refugio en el «El Tambor», un cacerío cercano al pueblo de «La Luz» en el estado Barinas», donde aún sueña con volver a colear.
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