La democracia no es otra cosa que un sistema político que mininoriza la tiranía de los gobernantes, puesto que permite que se produzca la convivencia de la diversidad de pensamiento en la sociedad.
La democracia, por tanto, y para ello, debe ir asociada a un Estado de Derecho, donde existan los tres poderes: Legislativo, Ejecutivo, y Judicial, con una clara independencia de unos con respecto a otros, de manera que, según preveía Montesquieu, se limiten entre ellos en su poder.
El poder político en una nación demócrata, viene dado por el dictado de la Ley, nunca por el dictado de nadie en particular, ya sea una persona física, o una asociación. Puesto que el poder dimana del conjunto de la ciudadanía, que delega su representación gestora en los tres poderes del Estado. La Ley, como fuente de poder, y como directriz de actuación, se origina por unos cauces y unas garantías, que debe presentar, de modo que cumpla de la manera más fiel posible, los criterios de justicia y efectividad, establecidos por la Ley suprema, que es aquella bajo cuyos criterios se deben constituir todas las demás.
Sin embargo, este engranaje de las democracias, no puede funcionar adecuadamente, si no está convenientemente engrasado. La grasa del engranaje democrático, viene representado por el personal político que ocupa los diferentes cargos, el cual, en concordancia con el sistema, debe mantener una mentalidad demócrata.
Volvemos a insistir en que la democracia permite la diversidad de pensamiento. Los políticos demócratas deben, pues, saber fomentar este ánimo de respeto hacia la discrepancia, lejos de todo despotismo, o gana de establecer el pensamiento único o uniforme.
Un político demócrata no se ofende por otras formas de pensamiento o de juicio, porque es consciente de que es el pueblo el que decide, y nunca él, ni nadie que no sea el conjunto de los ciudadanos.
El ser humano es diverso por naturaleza. La libertad en la que se fundamenta una democracia, debe facilitar que la vida socio política se funde, pues, en una diferenciación entre ciudadanos, según su manera de concebir la vida.
La diferencia entre modos de pensar, no debería extrañarnos en una democracia. Pero aquellos que no toleran otras maneras de ver las cosas, mucho cuidado con ellos, porque equivalen a los agentes patógenos en el cuerpo humano. Efectivamente, son la enfermedad de la democracia.
FRAN AUDIJE Madrid, España, 28 de julio del 2025 Fotografía Facebook. Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
UP es un esfuerzo editorial de todos, una visión del mundo que nos lleva a preguntarnos más que a afirmar. Es darle opción a diferentes voces que vienen de cualquier parte del mundo.
Nuestro propósito es mostrar una realidad que frente a nuestros ojos ocurre y no tiene trascendencia en los grandes medios, un parlamento ciudadano en el que se toman decisiones a partir de la constante visión de nuestros problemas, sin dejarse llevar por fanatismos o miradas extremas.
Ver todas las entradas de Unidad Parlamentaria