TÓRRIDO VERANO ESPAÑOL

Recuerdo aquellos tiempos aciagos en los que no existía el Aire Acondicionado… bueno, existir existía, pero no era asequible para la mayor parte de los españoles, que aguantábamos los calores ibéricos con paciencia y resignación.

Recuerdo aquel verano, era julio, cuando mi padre me acercó a Badajoz, para que me examinase del Curso de Orientación Preuniversitario. El Ford Sierra con ranchera familiar, sí estaba equipado con Aire Acondicionado, pero no funcionaba correctamente, y nos vimos obligados a abrir las ventanas del coche, porque era la hora de la siesta, y nos asfixiábamos dentro, con un sol de justicia, y las ventanas ejerciendo el correspondiente efecto invernadero.

Me acordé, en aquellos momentos, del Ejército francés en Bailén, cuando se le hicieron las 12 del mediodía, también corriendo el mes de julio, y, sin haber acabado de batir a nuestros aguerridos soldados, ondearon la bandera blanca, porque no aguantaban aquellos calores. Yo creo que la famosa batalla de Bailén, fue ganada por el sol de Andalucía, y los franceses de Napoleón, en realidad se rindieron a los impositivos rayos solares, contra los que no fueron capaces de luchar victoriosamente.

El verano de España, equivale al invierno ruso, o al Canal de la Mancha británico. En aquellos accidentes geográficos, azotados por inclementes meteoros, sucumbieron las tropas más bravas y experimentadas: los alemanes nazis en Rusia, los españoles de Felipe II, en el Canal de la Mancha británico, y, como ya hemos comentado, sucumbieron los Ejércitos napoleónicos en España.

No hay quien pueda con estos calores, mis apreciados amigos, a no ser que se tuviera la suerte de contar con un patio donde madure un generoso limonero, de cuyos agrios frutos exprimamos unos cuantos limones, añadamos agua fresca, y una buena dosis de azúcar. Removido todo, sale la tradicional limonada española, que es exquisita, y posee dos virtudes, además de refrescar: desinfecta el sistema digestivo, y aporta algunos nutrientes básicos que se pierden con el sudor.

Pero los calores de esta España solariega y caprichosa, cuentan con indudables beneficios, por supuesto: la siesta es una manera muy confortable de recuperarse del cansancio, acentuado por el calor, y se puede deleitar uno con los cuerpos serranos de unos o de otras. A mí, particularmente, lo que me ponen son las mujeres, y me da gusto descubrir el magnifico físico femenino, con sus caderas poderosas, sus hombros frágiles, y, entremedias, unos pechos muy voluptuosos, que me ponen los dientes largos.

A propósito del cuerpo de la mujer en verano, que es digno de admirarse, porque no hay nada más bonito, me estoy acordando de las mujeres que he contemplado en la playa este año, en el que se ha puesto de moda entre ellas, lo que llaman el top-les, es decir, llevar los pechos al descubierto, y un tanga muy sugerente, que solo tape la zona delantera del pubis, y deje ver completamente los glúteos traseros. He acabado medio bizco de tanto mirar de reojo. ¡Madre mía, que cosa más linda y excitante!.

En fin, estimados lectores, el verano es también para enamorarse, aunque sean amores pasajeros, que nos hinchen el corazón, como al poeta Alberti le hinchaba el viento la blusa marinera al ir a doblar la escollera.

Háganme caso, practiquen el amor y no la guerra, digan lo que digan los políticos. Amen y hagan el amor a sus enemigos y a sus enemigas, porque el amor es el único sentimiento universal para todos, y su lenguaje es entendible por doquier, seamos de donde seamos, y pensemos como pensemos.

FRAN AUDIJE
Foto: Sorolla costumbrista, en Facebook
Madrid, España, 13 de agosto del 2025


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