El tiempo perdido de Waldo Frank


Por: Atilio Alberto Peralta Merino

Ciudad de Puebla, Puebla, 22 de septiembre del 2025
En los días que corren, en los que la administración de la Casa Blanca parece del todo tan reacia a cualquier acercamiento con la América de habla hispana, resulta por demás deslumbrante la figura de Waldo Frank, así como significativo el enorme manto de olvido que le cubre y que se extiende incluso a los propios Estados Unidos.

En lo personal descubrí su existencia en la referencia que hace Alfonso Taracena de su visita a México y a la cual , el propio Frank dedica todo un capítulo de sus MEMORIAS, para dedicarle el siguiente a su visita a Argentina en donde recibiría la noticia del quebranto del mercado de valores de Nueva York el jueves 25 de octubre de 1929; no dejando de resultar sorprendente, al paso del tiempo , el hecho de dos cintas filmadas en momentos lejanos a los hechos y con un lapso de tiempo entre sus respectivas realizaciones por demás acentuados pareciera darse seguimiento al relato de Frank, de modo tal que parecieran secuelas de su propio testimonio de su paso de México a Argentina, descrito como el paso de “un mundo totalmente extraña a la de otro aparentemente familiar”, con todo lo que tal aseveración pudiera llevar aparejada.

Las cintas en cuestión son: “En Busca de un Muro” de Julio Bracho de 1973, y , “Mural” de Héctor Olivera de 2010 ; en la primera de las mencionadas, se lleva a cabo en la residencia de la coreógrafa Eva Palmer , esposa del poeta griego Angelos Sikelianos en Nueva York, un penetrante diálogo entre José Clemente Orozco y Waldo Frank sobre la inminencia de un cataclismo social que habría de echar por tierra la ilusión de un mundo almibarado por el azúcar de la complacencia social; y, en la cinta de Olivera, por su parte, existe una conversación entre damas promotoras del arte de la más alta sociedad bonaerense, pudiendo muy bien ser una de ellas Victoria Ocampo la fundadora de la emblemática revista “SUR” y amiga personal de Waldo Frank una de ellas, intercambio en el que aluden a la controversial presencia del norteamericano en el país austral.

Testigo de los sucesos posteriores a la Revolución Mexicana y previos a la Guerra Civil en España, país al que dedicó el libro “España Virgen” traducido por León Felipe y elogiado por el también controvertido rector de la Universidad de Salamanca Miguel de Unamuno; testigo al unísono de Orson Wells y Herman Mankiewicz del desazón autoritario del magnate Waldo Randolph Hertz acrisolada en su pasión por la actriz Marion David ; del impulso sionista de Wizmann para crear el estado de Israel; de los episodios y personajes conformantes por el Partido Comunista de los Estados Unidos dirigido por Earl Browder ; y, asimismo de a presencia de León Trotsky en México ; Waldo Frank es hoy un hombre olvidado en contraste del enorme influjo que su presencia y su pluma ejerció en los ámbitos culturales y políticos de amplias regiones del mundo desde la década de los veinte hasta los inicios de la Revolución en Cuba.

El episodio narrado por Frank en sus MEMORIAS sobre las circunstancias que le llevaron a escribir su biografía de Simón Bolívar resultan de enorme interés en los actuales momentos, en que la escuadra norteamericana se estaciona en el Caribe y ataca embarcaciones civiles en aguas internacionales en abierta contravención a lo dispuesto en la Conferencia del Derecho del Mar de Montego Bay; rememora Waldo Frank que fue, precisamente a sugerencia de Rómulo Betancourt, Ministro a la sazón del entonces presidente Rómulo Gallegos que se abocó a escribir dicha obra, y como a medio transcurrir del trabajo de preparación del mismo, tuvo que esquivar las maniobras del nuevo gobierno golpista del Coronel Marcos Pérez Jiménez que pretendían manipular ante la opinión pública internacional su presencia en los países bolivarianos auspiciada por Caracas.

La generosa conversación de Alfonso Taracena cuando era yo un mozalbete y él se acercaba a la centena me hizo descubrir a Waldo Frank hace ya muchos años, descubrimiento que, hoy por hoy se erige en un misterio insondable, en virtud del aplastante silencio que recubre su memoria, y la “intuición”, a la que Taracena tanto acudía, no en balde alumno dilecto de Vasconcelos y por tanto indirectamente de Henri Bergson , me dice que rememorarle constituye toda una transgresión, transgresión equivalente a la llevada a cabo por otro discípulo de Bergson , Marcel Proust, una transgresión que vale la pena llevar a cabo en los días quo corren, como es la que concierne “ buscar todo tiempo perdido”
albertoperalta1963@gmail.com
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