Transformación cultural por Michoacán: memoria, autocrítica y futuro


Edén Ensástiga
Morelia,Michoacán, 18 de noviembre del 2025
En la historia reciente, las y los artistas hemos sido algo más que “animadores de eventos”: hemos sido conciencia incómoda y, en muchas ocaciones, motor de cambios profundos. Sabemos que cuando el arte se organiza deja de ser ornamento y se vuelve sujeto político. Desde esa convicción, heredera de muchas luchas culturales en México y América Latina, nació la Red Estatal para la Transformación Cultural por Michoacán.
Entre 2019 y 2020 empezamos a tejer esta red con una idea sencilla: la llamada Cuarta Transformación sólo sería profunda si iba acompañada de una transformación cultural. Éramos artistas, artesanas y artesanos, promotoras, investigadoras, músicos, teatreros, gestores comunitarios que durante años habíamos sostenido la vida cultural del estado con pocos recursos. De cara al proceso electoral de 2021 acompañamos primero la precampaña de Raúl Morón y, tras los cambios conocidos, volcamos nuestro trabajo en la candidatura de Alfredo Ramírez Bedolla. Más allá de los nombres, buscábamos que la cultura dejara de ser adorno de campaña y se volviera eje de proyecto de gobierno.
Nuestro propósito cabía en cuatro verbos: articular al sector cultural, escuchar a quienes sostienen la vida cultural todos los días, construir una propuesta programática y tejer una red descentralizada que hiciera de la cultura un derecho real. Para ello salimos al territorio y visitamos municipios de distintas regiones; en casas de cultura semivacías, plazas y salones prestados escuchamos diagnósticos e historias de resistencia. Abrimos micrófonos con podcasts y programas en línea para compartir las propuestas y dialogar con figuras públicas, candidatas, funcionarias, académicas, activistas. Organizamos festivales en plazas con música, teatro y actividades comunitarias. No era sólo “programar eventos”: era ensayar otra forma de política cultural cercana y comunitaria.
Pero si la memoria quiere ser útil, tiene que ser autocrítica. El primer error fue manejar un discurso mas ciudadado o apartidistas, sobre todo al inicio de la conformación de la red, cuando en realidad sí teníamos partido. Muchas y muchos veníamos de la militancia de izquierda, de Morena, de espacios claramente vinculados al proyecto de la Cuarta Transformación, pero elegimos el discurso del “apartidismo” como si la neutralidad fuera requisito de legitimidad. Esa ambigüedad nos golpeó por dentro y por fuera: hacia afuera, generó desconfianza en sectores que nos veían como brazo cultural de un partido al que no nos atrevíamos a nombrar; hacia adentro, nos dejó en una zona gris en la que actuábamos como militantes pero nos contábamos como sociedad civil “neutral”.
El segundo error fue subestimar la organización que exige una red estatal. Hicimos mucho trabajo voluntario y construimos poco andamiaje: reglas claras para decidir, rotación de responsabilidades, estrategias de cuidado, procesos de formación. Pasado el ciclo electoral, se enfriaron nodos, se desgastaron liderazgos y algunas diferencias no se procesaron; quedaron silencios, alejamientos, cansancio acumulado. A esto se sumó la relación con el gobierno: una vez instalada la nueva administración, la red fue colocada parcialmente a un lado. Algunas compañeras y compañeros entraron a la institución, pero el movimiento como sujeto colectivo perdió centralidad y empezó a tratarse más como libreta de contactos que como actor con voz propia.
En paralelo, el discurso federal empezó a hablar de la cultura como eje de transformación y justicia social. Se anunciaron recuperación de espacios públicos, fortalecimiento de la vida artística en los territorios, creación de redes culturales comunitarias. Es una buena noticia, pero obliga a preguntar cuánto de esa agenda sería posible sin los años de insistencia del sector cultural organizado, incluida la Red de Transformación Cultural por Michoacán. Muchas de esas ideas nacieron en asambleas, chats, giras y festivales autogestionados. Borrarlo sería negar el trabajo de quienes empujamos para que la cultura dejara de ser apéndice decorativo y pasara a ser pilar de la transformación social.
De eso trata, en el fondo, este texto: el sector artístico no puede seguir en un papel secundario en la definición de las políticas culturales. Si dejamos que otros escriban nuestra agenda, la cultura quedará reducida a temporadas de festivales y fotos en redes. Democratizar la cultura implica presupuestos estables y transparentes, convocatorias accesibles, reconocimiento laboral, descentralización real y participación efectiva de las comunidades culturales en las decisiones. Hay que hablar de derechos, no sólo de eventos.
Hay que decirlo sin rodeos: no pudimos consolidar el movimiento como habríamos querido. No alcanzó el tiempo, no alcanzaron las estructuras electorales, no alcanzó, a veces, la madurez política. Hubo errores, egos, tensiones. Hubo también omisiones desde el poder público, que prefirió administrar la relación con el sector cultural antes que compartir decisiones con él.
Pero sería injusto nombrar sólo el fracaso. Hoy existe una generación de artistas, artesanas, promotores, gestoras, investigadoras que se conocieron y reconocieron en este proceso. Sabemos que es posible recorrer el estado hablando de cultura y política en la misma frase sin pedir disculpas. Sabemos que hay una base sobre la que vale la pena insistir.
La invitación es a cerrar filas, pero con ojos abiertos. Cerrar filas con el proceso de transformación cuando apuesta por la democratización cultural, por la dignidad de quienes trabajan en el arte y por la construcción de paz basada en la justicia social. Y, al mismo tiempo, mantener la capacidad de disentir, de decir “así no” cuando la cultura corre el riesgo de convertirse en simple propaganda. Si algo aprendimos en estos años es que la esperanza no es ingenua cuando está organizada. La Red para la Transformación Cultural por Michoacán fue, uno de esos espacios donde la esperanza se vuelve método, agenda, programa. Retomar lo mejor de esa experiencia, corregir lo que se hizo mal y seguir caminando es hoy una tarea urgente. Porque la cultura, cuando se toma en serio, no sólo decora la historia: la transforma.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa

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