ROBE, EXTREMODURO, EXTREMADURA

Cuando me enteré de la muerte de una de las grandes leyendas del Rock español, y hasta universal, me atrevería a señalar, que nació y se crió en una de las más importantes urbes de mi tierra extremeña, como es Plasencia, catapultándose desde aquel centro socioeconómico del Norte de la provincia de Cáceres, hacia el resto del mundo, me asomé a esa ventana enciclopédica de las Redes, para tomarle el pulso a este artista, para mí poco conocido, por divergencia de gustos o de fuentes donde hemos bebido, notando un cariño y admiración por parte de múltiples seguidores, que me dejó algo pensativo, con ganas de conocer a este prohombre de las letras y de la canción rockera, ante quien debo confesar mi avergonzamiento por la escasa cultura rockera que atesoro, puesto que siempre estuve más pendiente de Wagner, Verdi, Bécquer, Darío, Salinas o Lorca, sin atreverme a bucear en estos otros ámbitos, donde se encuentra la virtud de la belleza, la poesía, y la filosofía, desde los acordes de la guitarra eléctrica, voces rotas y broncas, atuendos de vaquero, camiseta, melena, y pañuelo palestino al cuello.

Llevo estos días la música de Extremoduro en el cerebro, y las declaraciones de los analistas de su inmensa obra, en la conciencia, mascullando qué decir y escribir sobre algo tan especial, como es la dimensión de un hombre que se construye de la nada, siendo él mismo, sin dejar de aportar su talento, ignorado y despreciado, en un largo principio por los medios, pero sin perder un ápice de su personalidad, la cual, a la postre, le ha encumbrado al estrellato, sin mucha parafernalia de entrevistas, o de publicidad en horarios de máxima audiencia.

Debo decir que, gracias a la desaparición de este mito rockero, Robe Iniesta o Extremoduro, me he vuelto un simpatizante del artista más peculiar y atractivo, que he conocido. Por supuesto, recuperar el tiempo perdido sin prestar atención a uno de los extremeños más ilustres de los últimos tiempos, está siendo un reto, que espero no deje de serlo hasta el final de la vida, porque nunca es tarde para aprender, ni es tarde nunca para conocer otras realidades, que, en realidad, son la verdad que cubre este mundo, pero vista desde la perspectiva de un corazón rebelde, clarividente, repleto de amor, ternura, un genio innato envidiable, pero tan querido y amado por tanta gente necesitada de palpar la belleza, en la música acompañada de voces increpando a una época, igualmente necesitada de oír sentimientos y quejas, tan relacionadas con el amor, el dolor, la injusticia…

Sigo escuchando uno de los muchos éxitos de Agila, y continúo disfrutando al Robe más auténtico, aquel que adorna con términos soeces, razonamientos profundos, que nos detienen en la reflexión, y nos impulsan a ser mejores, porque la conciencia de una mente revolucionariamente sana, puede entrar hasta la cocina del más cruel, insensible, y materialista, sin dejarnos a ninguno indiferentes, para transformar este mundo dormido en lo chabacano y en lo mediocre.

¡Viva Robe, y viva Extremadura…!, perdón, quería decir, Extremoduro… que me lío… ¡Viva Robe, Extremoduro, y el mundo entero a sus piés, desde la Extremadura placentina, hasta el infinito!.

FRAN AUDIJE

Fotografía Facebook.
Madrid, España, 16 de diciembre del 2025

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentaria

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