Gran libro de Dostoievski, sin duda, pero toda su obra es magnífica. Crimen y Castigo, que influenció a Nietzsche y a Freud. El Idiota, Humillados y Ofendidos, Los Endemoniados, Los hermanos Karamazov… todas clases maestras de psicología humana, que siguen vigente 1 siglo y medio después. Sin duda, junto a Balzac, Dostoievski es el mayor escritor de la historia. Navegó en las profundidades del abismo del humano y se elevó por los halos de los evangelios, el único libro que le dejaron leer cuando estuvo 4 años en la cárcel en trabajos forzados en Siberia y después 6 años de soldado raso, también en Siberia -eufemismo de: en la mierda-, adónde apenas podía recibir correspondencia tardíamente de los familiares, con censura, pero censura a un nivel que le tachaban frases enteras para que no se enterara de la realidad. Y todo por haber sido un simpatizante de la revolución en su juventud. ¡Lo salvó su talento! Ya había publicado, y bajo la protección de Bielinski, el famoso crítico, logró que le conmutaran la pena de muerte por esa década de lágrimas y evangelios.
Fiódor Mijáilovich Dostoievski dedicó su vida al juego, el alcohol, la literatura y el mantener parientes que no eran suyos. A los 45 años, no sabiendo si dedicarse al alcoholismo, volverse un anacoreta yendo a Jerusalén o jugarlo todo a la ruleta y volarse la tapa de los sesos, elige casarse con la mujer que lo auxilia con los textos de El Jugador, fantástica novela que escribió en el mes de octubre de 1866, a 1 día de perder todos los derechos de su obra que había empeñado para pagar la comida de su extensa prole adosada. Al maestro la jugada le salió perfecta: con notario certificó que había terminado su obra, y entre el alcoholismo, el juego y Jerusalén, eligió casarse. Su mujer era 20 años más joven, los parientes parasitarios quisieron ahuyentarla, y sólo lograron que se fueran al extranjero. Tuvo 2 hijas. Una se les murió a los 3 años. La enterró él mismo. Así era toda la vida de Dostoievski, un calvario de sufrimiento, a donde sus libros son un oasis si te lees sus biografías (su hija escribió una; su mujer escribió otra; Andé Gide otra; y el gran Rafael Cansinos Assens, uno de sus traductores, genio sevillano sefarad, también aporta mucho a la cuestión).
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