Por Leticia López Pérez

Un dolor que parece el inicio de un cólico, luego desaparece. El dolor tensa el vientre, y se repite. El vientre es un fruto maduro que anuncia vida en un gran ombligo y piel estirada.

Los pasos lentos y la sensación de compresión medida con reloj, señala que es hora. Florecerá con su bebé. La maleta lista, un mensaje a la familia, y un taxi a la puerta.

Respira. De acuerdo al curso para el parto, respirar es lo mejor. Una mancha de sangre en su ropa no debería asustar porque un nacimiento incluye sangre, y sólo espera llegar a tiempo al hospital.

Laura va sola. Al final no pudo encontrar acuerdos con su ex novio. Parecía el inicio de una crianza, juntos o no. Incluso pagó el hospital y los miles de pañales para recién nacido. Pero hoy no está.

Un punto de ardor inicia en el centro del vientre pleno, y recorre todo el abdomen, en sensación de desagarro que exige un grito hondo que toda la calle escuchó, y el taxi buscó alguna salida al tráfico sin éxito.

Voces de aliento de un desconocido volvieron a ser rebasadas por un segundo grito de Laura, ropa roja, asiento rojo, y dentro ningún movimiento a la vida.

Llanto de bestia poderosa y adolorida, que aprieta la manija de la puerta del taxi, y se sostiene con la otra mano encima del asiento trasero, y la voz de un chofer intentando ayudar.

El viaje a las estrellas dentro del grito sacándola de ahí por un instante, en donde nadie ni nada habla, y todo es negro, pero ella iba a tener un bebé, y entonces regresa desconocida. Mira todo, pero no puede tocar, y hay un taxi abierto con ella dentro, todo lo que era negro es rojo, y un bebé sin vida es llevado a la ambulancia.

Mientras en el vestíbulo del hospital, abuelos y tíos esperan con globos y peluches un taxi que no llegará.