SUFRIMIENTO

Ella estaba ahí, de pie frente a los veintitantos asistentes que se disponían a escuchar al Rimpoché. El retiro estaba llegando a su fin y el maestro daría una charla final. Ella lo había organizado todo, el encuentro con el venerable Lama sería al aire libre, pero en aquella montaña nevaba ese día y el suelo se tapizó de blanco. El maestro dijo que si, afuera, no importaba la nieve.

Todos sentados en flor de loto veían hacia el pico de la cumbre contigua esperando la aparición del Lama; vestían chamaras gruesas, pantalones térmicos, botas de nieve, guantes, gorros, narigueras y orejeras. Por fin el monje budista salió de la ermita y se posó sobre sus piernas frente a la congregación de practicantes.

Él estaba solo envuelto en una delgada túnica guinda y amarilla, descalzo, con un hombro descubierto y con la cabeza rapada, una enorme sonrisa dibujaba el semblante de paz que le caracteriza.

Estaba a punto de iniciar el encuentro con una meditación guiada cuando uno de los practicantes levantó la mano como si estuviera en un salón de clases y quisiera hacer una pregunta. Ella recuerda que el maestro lo notó y le dio la palabra. El practicante dijo: Venerable Lama ¿No tiene usted frío? Pregunta que desató las risas del resto de los asistentes.

El monje, ampliando aún más la sonrisa, respondió: Tengo un sistema nervioso igual que tú, a través de mi piel y mi nariz siento el mismo frio que sientes tú. De igual forma cuando algo o alguien me hace enojar siento ira y frustración, tengo conciencia y también experimento dolor igual que tú. Ahora está nevando, estamos a cuatro mil metros de altura, hay ventisca, mucha humedad; sí, si tengo frío, si siento el frío igual que puedo sentir ira, frustración y dolor, pero, la diferencia es que no me afecta, no me hace sufrir.

EDUARDO PINEDA
Febrero 02 2023
(De la colección: “Interpelaciones inoportunas”)


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