Mí villano preferido. 25 de mayo pero de 1854


Por: Raúl Jiménez Lescas

Morelia, Michoacán, 26 de mayo del 2023

El discreto encanto del filibustero y preso de guerra en Guaymas, Sonora, y noble en Burdeos, Francia, Mensieur Ernest de Vigneaux: les dije todo, menos la verdad. Además tenía 2 décadas cuando se lanzó a la aventura. Conquistar es un verbo, pero también una obsesión y, a veces fatal, tal es el caso de los franceses en México. Su América Latina como nos apodaban.

Un día de pandemia me dediqué a limpiar el polvo del rincón de mis libros olvidados y, para fortuna, di con “Souvenirs d’un prisonner de guerra au Mexique”, traducido por la SEP 80, como Viaje a México. Nada mal, pero no respetó el espíritu original del francés, que discreto, soltó la sopa sin tortura, sino por convicción. Mí libro, libre de polvo, dice 115 pesos, o sea, 15 centavos de hoy. Lo ofrezco en 500 pesos, quién da más, a la una, a las dos… Vendido en 40 euros.

Estamos en la dobladura del siglo XIX. En Sonora y en un México dominado por el seductor de la Patria, don Toño (así lo afirmó Enrique Serna en su novela histórica). Y, en tiempos de Napoleón III, le petit, cómo diría el francés inmortal, Victor Hugo. México iba a una reforma profunda con notables liberales, conducidos por mis paisanos, el oaxaco de Guelatao y, el de dudoso nacimiento, pero grande entre los grandes, Ocampo. Un Nigromante y un Hobbit, además poeta, le decían Prieto.
Los franceses, bien informados, que EEUU entraría en una guerra civil (llamada de Secesión), querían una plataforma para dominar su América Latina, es decir, Mexique. Es obvio que en ese entonces no se usaba el concepto de plataforma.
Entonces el conde Gastón Raousset-Boulbom organizó una invasión a México para proclamar la República de Sonora. ¿Por qué Sonora, en el Pacifico y no Veracruz, en el Golfo y por el Atlántico como Hernan Cortés? Excelente pregunta. Porque, quizá, la jugada estaba en California, tierra de nadie en ese siglo XIX y no en Veracruz, dominada por los mexicanos. Además se ubicaba en el Sur de EEUU, próximo a la Secesión.

Sea como fuere, el conde francés se la jugó por el Pacifico y, ahí se enroló, nuestro villano preferido, el noble y culto, Mensieur Ernest, en adelante, el Mesie. 1854. Mesie cayó preso en Guaymas, Sonora, de la manera más ingenua para un aprendiz de filibustero. Los mexicanos, pobres y hambrientos, tenían instinto de supervivencia que venía, posiblemente, de sus genes, después de siglos de dominación europea. Él tenía las coordenadas exactas: 27°33’50» latitud norte y 11°9’36» latitud oeste del meridiano de París, pero ancló hasta el Morro Colorado.

Vamos al relato de 1863. Desgraciadamente, apareció después de la invasión francesa. Mesie, anduvo primero en la actual alta California y de ahí se enroló a Guaymas, Sonora, dónde llegó un 25 de mayo, según sus notas grabadas a fuego en su memoria. Y, la neta, tenía buena memoria o era un genio para inventar cosas. Ya cambié de opinión, primero voy a decir, que concluyó mí villano preferido, antes que los hechos: “Si se quiere conocer a México, en el pueblo tan bueno a pesar de sus desgracias, tan ávido de saber a pesar de su ignorancia, tan lleno de savia a pesar de su servidumbre, en este pueblo en el que se funda el porvenir del país».

De acuerdo con Mesie, es en el pueblo donde está el porvenir de nuestra República. Mesie no andaba buscando “tres piés» al gato, sino las Tetas de la cabra en la bahía de Guaymas. Eso suena mejor que los pies del gato, ¿o no? Como no había GPS, sino brújulas, pues anclaron en Morro Colorado, distante del objetivo. Mesie era noble en Francia, pero acá era filibustero, simpático y culto, pero.. le gustaba el agua de Kooley. También le gustaban las langostas, la brújula que no le decía nada porque estaba en otro mundo, las colinas que descendían al mar, el alba en marcha, el mugido de los toros, el balido de los carneros, pero sobre todo, el canto de los gallos al romper el alba. Era un francés exquisito, en una tierra pobre pero orgullosa. Me confesó, cuando lo interrogué, que se hincó para tomar agua, con cabras y ovejas para beber agua tibia y limosa, pero agua al fin. La temperatura rondaba los 40 grados a la sombra.
El francés no contaba con la astucia de los mexicanos: un hombre bien vestido los atendió como Dios manda: bebida, sobre todo, comida y tabaco. Nada más que Mesie no sabía que ese mexicano, era el mandamás de la Guardia Nacional, Don Cayetano Navarro. Me confesó que le dijo todo, menos la verdad.
Y, obvio, don Caye los delató: franceses invasores, mejor dicho: filibusteros. Espera la segunda parte. De Guaymas, Sonora a Veracruz y de ahí a Francia, una locura que solo Mesie pudo hacer. O en otras palabras: de Francia a México, ida y vuelta. Cómo México, Mexique, contribuyó a la Comuna de París, de 1871.

Fuentes:
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DUBLÁN, Manuel y José María Lozano (compiladores), Legislación mexicana, o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la república, 53 v, México, Dublán y Lozano, 1876-1912.
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GONZÁLEZ NAVARRO, Moisés, Anatomía del poder en México (1848-1853), México, El Colegio de México, 1977 (Centro de Estudios Históricos. Nueva Serie, 23).
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WYLLYS, Rufus K., Los franceses en Sonora (1850-1854). Historia de los aventureros franceses que pasaron de California a México, traducción de Alberto Cubillas, México, Porrúa, 1971, 276 p. (Biblioteca Porrúa).


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