CINE Y LITERATURA: EL CASO STANLEY KUBRICK


Diego Espitia Muño Cota

Veracruz 23 de enero del 2024


Stanley Kubrick, (1926-NY, 1999-UK) fue un extraordinario y reconocido cineasta. Temido por su exigencia en el set de filmación, que la leyenda cuenta, podía llegar a lo irracional, fue también un conocido lector. Se decía que cuando no estaba filmando o en algún proceso de la pre o post producción cinematográfica, se le encontraba leyendo. No resulta entonces extraño que la mayoría, si no es que todos sus proyectos, estén basados en una obra literaria. Ahora bien, a diferencia de Coppola, que invitó a Mario Puzzo a trabajar en el guion de “El Padrino (1972), Kubrick tomaba las historias de escritores contemporáneos a él, pero a los que jamás les preguntó su opinión, y que algunos, abiertamente, objetaran el resultado.
Empecemos con el caso de La Naranja Mecánica. Anthony Burgess, que publicó la novela en 1962, manejó que por muchos años hubo dos versiones de su trabajo, una en la que no hay esperanza y terminaba en 20 capítulos, y una donde Alex crecía y superaba esa fascinación adolescente por la violencia extrema. Y acusó que la versión que Kubrick llevara al cine (1971), era en exceso desesperanzadora. Puede ser. Creo que el cineasta escogió la historia porque le permitía recrear esa tensión sórdida que precede al hecho violento en exceso, a la vez que podía acentuarlo de forma nítida con el poder, a veces desmedido, de la música del “genio de Bonn”. En la novela está presente dicho elemento musical, pero a menos que uno sea un melómano dotado, (y un gran conocedor de la obra de Beethoven) es improbable el lograr asociar el poder de la música con la fuerza repulsiva de la violencia ejercida por Alex, entre otros. En la obra de Kubrick, en cambio, tal comunicación es de una belleza sorprendente, casi sensual, si logramos olvidar por un momento la verdadera acción que está ocurriendo.
En mi lectura, Lolita, de Vladimir Nabokov (1955), se trata más de una reflexión acerca de Humbert Humbert, su papel en el mundo y su condición de hombre maduro atraído por lo que él llama las ninfas, a través del propio romance. De hecho, así comienza la novela: con un larguísimo monólogo sobre la figura de las ninfas y sus múltiples representaciones en la historia. H.H. trata en todo momento de racionalizar su atracción por las efebas, y la realización de su fantasía es tanto un gozo como un sufrimiento, pues intuye que ésta lo llevará a la ruina, inevitablemente. Kubrick, en su película de 1962, creo que escogió esta historia porque a través de ella podía narrar la tensión sexual entre Dolores y Humbert Humbert. Como, aunque él fuera un adulto de mediana edad, se ve arrebatado por la intensidad de la sexualidad de una menor de 13 años. El poder narrativo de esta relación tan asimétrica es lo que dirige la mayor parte de la obra fílmica. Es fascinante ver la caída de H.H. a causa de Dolores, y ver también el incipiente placer que esto le provoca a ella.

Y finalmente el caso que a mí me parece más interesante: El Resplandor, de 1980. Aquí hay diferencias sustanciales entre la historia del libro y la historia en la pantalla. En la novela de Stephen King, publicada en 1977, Jack Torrance ciertamente es un hombre tendiente a la violencia, pero no es hasta que el hotel actúa, un ente complejo y cruel en sí, que es envuelto en la locura y la maldad. Al final, antes de morir, tiene un momento de redención. Y bueno, el cocinero sobrevive (de hecho, es el héroe de la historia). Kubrick, en cambio, decide que el hotel está poblado de fantasmas y seres sobrenaturales, pero que es el aislamiento y la presencia de estos seres fantasmales, lo que llevará a Jack a convertirse en un monstro. Creo que Kubrick quería narrar el descenso a la psicosis de un alcohólico atrapado en un hotel, aislado en una montaña en el crudísimo invierno, y todo el terror que fue capaz de infligir a su familia. Jack Torrance llega con el germen de la maldad, y el aislamiento y los seres del hotel propician que germine. La conclusión de Kubrik es un Jack consumido por su caída, derrotado por su ansía de sangre. Algo muy diferente a la conclusión del autor, Stephen King.
El perfeccionismo del realizador, sumado a las historias tan disímiles que escogió, es lo que hace de la filmografía de Kubrick algo tan interesante. Cada historia lo llevó a narrar de manera extrema una idea, una emoción concreta. Pero nunca queda esto de forma gratuita, como si se tratara de una vulgar película de terror hecha para la televisión. Hay un universo contextual riquísimo que adereza cada una de estas historias, y que propiamente la novela aporta, ya sea la Norteamérica en la que ocurre el romance entre Dolores y Humbert, o el hotel, su arquitectura, la historia del mismo hotel en El Resplandor. Me permito un ejemplo que no había sido tratado: la Roma imperial y sus prácticas esclavistas, tan caprichosas, banales y crueles, que llevan a un hombre a rebelarse, aun sabiendo que eso lo llevará a la muerte y perder a su mujer. El resultado es un Kirk Douglas comandando valerosamente la rebelión en Espartaco, de 1960 (basada en la novela de Howard Fast, de 1951), insuperable. Y esto al final es lo que quiero transmitir. El cine de Kubrick es de una riqueza y detalle altísimo porque supo escoger buenas historias en los libros, aunque los autores al final no lo apreciaran tanto. Los cinéfilos, en cambio, seguimos hablando gustosamente de el.

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