Encrucijadas políticas por la dirigencia nacional de Morena

Mario Ensástiga Santiago

Con el anuncio del INE del viernes 9 de octubre en relación al empate técnico entre Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado en la encuesta para definir la próxima Presidencia Nacional de Morena, con un escaso margen de 0.5 décimas porcentuales (2 votos), Muñoz Ledo obtuvo el 25.34 por ciento y Delgado Carrillo de 25.29 por ciento; se han recrudecido preocupantemente las hostilidades.

Mario Delgado afirma: “No se puede dirigir este movimiento sentado en un sillón, enojado con la vida, despotricando de todo. Hay que salir a unir, a poner en movimiento a Morena, a ganar elecciones. Un buen dirigente está con la gente”; mientras que Muñoz Ledo acusó a Delgado de golpista, de no importarle el partido y “le vale madres la austeridad”, pues ha gastado en su campaña dos mil millones de pesos. Ni el PRI gastó tanto”.

Muñoz Ledo afirmaba que el lunes 12 de octubre acudiría al INE para tomar posesión de su cargo, decisión que generará situaciones por demás polémicas y controversiales. Por otra parte, Yeidckol Polevnsky no acepta la encuesta que la ubicó en una posición marginal, e incluso por debajo de quienes, asegura, no tienen la presencia de ella. Por suerte, gracias a su liderazgo personal y a la paridad de género, Citlalli Hernández es virtual Secretaria General de Morena; a la par, está insistiendo inteligentemente para que los contendientes en controversia se sienten a dialogar y encuentren la salida política más adecuada para Morena y la 4T.

Las repercusiones políticas de tal encrucijada al interior de Morena no se han hecho esperar; por ejemplo, 41 legisladores afines a Muñoz Ledo, pidieron a Mario Delgado que honre su palabra y acepte su derrota, lo mismo está sucediendo de polarización en los espacios locales. Uno no deja de pensar y cuestionarlas razones por las que el INE, en mi opinión, ha irrumpido más allá de sus funciones en la vida interna y normativa de Morena, al plantear una dinámica de encuestas que ha complicado aún más el proceso de definición de la Presidencia Nacional, de las estructuras orgánicas nacional, estatales y municipales.

De igual manera, el Tribunal Electoral ha contribuido a la complejidad del proceso partidario al permitir que cualquier militante se inscribiera como aspirante a la Presidencia y Secretaría General, sin pasar previamente por la decisión de sus asambleas municipales, estatales y sin ser Consejeros y Consejeras nacionales; ello generó una lista de inscripción de más de 100 personas y la obligada tarea de buscar un mecanismo para facilitar técnicamente la encuesta con no más de 6 aspirantes; así se llevó a cabo la Encuesta de Reconocimiento, sin un adecuado y convincente sustento metodológico y político desde la observancia del estatuto de Morena.

Ante tal situación de facto, aunque no me convence del todo una nueva encuesta entre Muñoz Ledo y Delgado Carrillo, sin embargo, y por la escasa diferencia que no garantiza unidad y gobernabilidad a Morena, el proceso está viciado de origen, por no contar con reglas del juego claras y precisas para garantizar cancha pareja en varios sentidos, en la operación del proselitismo electoral, en la inversión de recursos económicos, la comunicación y relación con las bases morenistas.

Está claro que hay cientos, y quizá miles de experiencias electorales en el país, en distintos niveles territoriales y ámbitos de representación popular donde los triunfos se han obtenido con uno, dos o tres votos de diferencia; ello no le quita el carácter democrático y legal de los procesos; en lo político, sí que es una gran dificultad, por cuestiones de gobernabilidad y gobernanza en el ejercicio de los cargos constitucionales y político partidarios.

La nueva encuesta, sin duda, podría posibilitar la reorientación de los votos de los que fueron aspirantes en la anterior encuesta; ello podría establecer una diferencia que diera validez necesaria, jurídica y política, para que Morena supere esta absurda e innecesaria encrucijada. Una segunda opción sería en definitiva la búsqueda de una salida política, como nombrar una instancia colectiva de transición política para abordar de lleno el proceso que ya está en curso hacia el 2021.

Para Morena y la 4T, no es una opción continuar y alargar aún más estas situaciones; las consecuencias negativas serán cada vez más graves, los procesos internos de los partidos político nacionales, estatales y municipales, de cara al 2021, están en franca ebullición; las coaliciones y alianzas político electorales opositoras a la 4T serán obligadas y necesarias para simple y llana sobrevivencia de varios de los partidos políticos. Los escenarios prospectivos de las elecciones para el próximo 6 de junio, pese a todo, siguen siendo favorables para que Morena ratifique localmente en muchos territorios su hegemonía política nacional.

Con frecuencia hay comentarios y reclamos ciudadanos de que Morena debe ya superar la ineficiente e ineficaz bipolaridad entre movimiento y partido; seguir en esa situación y no pasar a ser un auténtico y verdadero partido político, eso sí, en constante movimiento democrático popular, para defender y blindar políticamente a AMLO y la 4T, de los constantes y crecientes embates de la derecha más reaccionaria y retardataria de los procesos de transformación que nuestro país en medio de las grandes crisis sanitarias y económicas necesita.

Insisto, de ninguna manera se deben minimizar los constantes intentos organizativos de la ultraderecha mexicana, no alcanzo a aceptar el por qué no hay una clara diferenciación de las disputas internas y externas. Por una parte, me parece que, como ya lo he señalado, deben superar a la mayor brevedad la definición de los liderazgos políticos de la estructura orgánica, y, por otra, tener claridad de que las bases de Morena y simpatizantes de la 4T deben tomar la iniciativa de movilización más allá de las redes sociales, y pasar a la ofensiva con la movilización de las bases de Morena y ciudadanía que simpatiza con AMLO y la 4T.

Sin duda, tomar las calles con las debidas y rigurosas medidas de seguridad sanitaria, generaría un alto impacto político, ya que la lucha callejera históricamente es la arena de mayor experiencia política de las fuerzas democráticas y progresistas; la derecha es torpe, ineficiente y ridícula.

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