Por Luis Mac Gregor Arroyo

Foto de Andrea Piacquadio
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Luis: Ahí va caminando, como saliendo de un capullo, para afrontar nuevamente la vida. El comensal lo ve pasar muy cerca de su mesa y casi desaparece de la impresión. Es algo que no se ve todos los días. Una persona común y corriente. Como quien pasa sin pena ni gloria. Quien pudiera decir que alguien así pudiera emular un pasón sin un gramo de droga. La locura tiene sus receptáculos y ese tal Luis es uno de tantos locos que existen en el mundo actual, que, como muchos, pasa casi desapercibido por todos quienes caminan a su alrededor. Si la vida es un reflejo de lo que uno es: este individuo está en paz consigo mismo. Tal vez es hora de dejar de alucinar y confrontar la realidad, como quien rompe un periódico con noticias falsas y se anima a vivir las noticias de primera fila; pero sólo sus noticias, sólo su vida. Tras dos horas de estar sentado y hacer comidilla de todo el que pasa, el comensal se levanta, da el último trago a un café que se enfría y va a pagar la cuenta. Por hoy ha sido suficiente. Mientras tanto, Luis camina y se pierde entre la multitud, igual que todos.