ELEDUBINA BECERRIL RODRÍGUEZ

Rutilante,
como procede todo
lo de tu naturaleza,
sonriente,
parsimonia tallada en la roca
para no demostrar su dureza.
Fuego al quebranto,
almas al vacío,
cuerpos al aire,
musgos al frío.
Poética de la sombra,
saltimbanqui en los jardines,
frases que se recitan en la alfombra,
como figuras en los alebrijes.
Fisgonería en la ventana,
altanería sin piedad,
impidiendo avanzar a la nada,
donde te quede la oquedad.
Analítica de la blasfemia,
ópera circular de la materia,
lo que te impulse, frente a lo que te media,
que no sea ofertorio de la miseria.
Luz al espanto,
cuerpos dormidos,
palabras sin llanto,
pasión con gemidos.
La instalación
de tu lenguaje reprimido,
común consolación
de un juego que llevas vivido.
Destilante,
como los líquidos
que deseas haber bebido,
cuando pensaste :
dejar todo al olvido.
Intranquilizante,
como el dolor que te muerde,
estatua danzante,
que te cambia el color por el verde.
Viento al asalto,
mentes al albedrío,
tronos desde lo alto,
sudores empatando el frío.
Oscilante,
como te busca el color la piel,
-la pletórica púrpura encendida-
ígnea masa,
de tinta y papel.